martes, mayo 14

De noche no..


No hay como enamorarse para saber efectivamente las consecuencias que esto puede llegar a tener. Te enamoraste cuantas veces fue necesario, y más también, pero así y todo no alcanzó para asegurar que con esto no se jode. Entre copas que la niebla y el humo disfrazaron de rosas tan verdes como tropel de cotorras, y la esperanza de compartir aunque más no sea la comedia de una noche amena, te viste intentando convencerte que era el amor de tu vida y que por unos billetes la ibas a tener. Tuya, para siempre. Enamorada fugaz de la última vela. ¡Tanto enamoraste!. Bailaba sensual tras las telas. Viste que hablaba de cerca sin pretender entender ni un mínimo traspié de esa perorata; y mucho menos pensar en otra cosa más que en saltar a lo eterno del momento que fuiste a buscar.
Así te vieron, acodado sobre el mostrador esperando la señal cuando de pronto la luz del lugar te impulsó a conquistar la atención de esta figura de ensueño que ansiaba tu llegada, aunque titubeabas más que payaso en circo nuevo, pero te lanzaste sin más. La primera sonrisa es la que cuenta, y la que cuentan que dibujó el rubor arrugado de una sonrisa. Vos no, vos no sonreías. Te lo digo porque te vieron en pleno celo componiendo vaya a saber qué danza extraña, y sólo querías la refrescada del instante. Pero no. Te enamoraste y ya no te importó otra cosa. La primera aceptaste casi hasta dudando te diría, y ahí todavía estabas a tiempo de olvidar. Pero no. Ya de entrada tenías bastante presente que de tocar las luces, la piel inexperta y sensible iba a chamuscarse toda. No hiciste caso a tu sentido común, aquél que tanto detestás por sofrenar todos tus impulsos y volviste caer. Eso sí, acá tenés las consecuencias.
Seguramente era la primera vez que buscabas algo así, andá a saber. Después de unas cuantas decepciones, o algo parecido, cualquier cosa no te conformaría. Y cualquier cosa no te conformó. Contaste que trabajabas en algún lado, que eras desprejuiciado y que no tenías muchos tapujos, pero en el fondo de la superficie se veía la mentira asomando y sus patas cortas. Te vieron, y fue la última. Si la memoria no falla tu promesa más rotunda y sentida había sido no hace mucho; que de esto nada más querías saber, nunca. Lo dijiste al pasar, lo gritaste a los vientos, lo arrojaste por la ventanilla de un tren. A nadie le importó, si total, ibas a volver a buscarla por esa segunda vuelta tan obvia, tan inmanejable, tan peligrosa. La tercera, la cuarta y la certeza de las últimas fichas. Auto, casa, viajes y te la hizo bien perejil. Te vieron desaparecer sin dejar ni la vergüenza. Sólo dejaste la promesa de volver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te guardes tus ocurrencias!