sábado, diciembre 29

Ha sido siendo un gran año,
                                            Salú!

miércoles, diciembre 19

de sus sátrapas


se trepan, se atrapan
hacen tropa y tropiezan a pura tripa
transparentes sin tropos, ni trapos ni tretas
son truenos estruendozos sin tregua,
se traen tremebundos, estrepitozos tritones
como tractores noctambulantes tramando travesuras a tropel.

¡Cómo trocan majestades tribulantes por troesmas de intrigante querer!

cuchá tritrí, 
tras esa tranca 
tronarán tranquilos los trastos. 
Pa trocar tristezas
atravesá esa traba
entre trocitos de trompetas y trastes troquelados al trajín de la trama de esa tribu
se intrincan los trompos trencito danzarín
tratando de entrever
esas trigueñas tribalistas
que entre trenzas  intrusas
truncan nuestro amor.

Triunfarán los retruécanos
mientras estos tribilines
trotamundos trovadores de trulalá
tramiten repimporoteos de estridente atracción.

Transparentes
entropados, tropezantes
tremenda tropa que se atrapa,
intrépidos atracan,
son sátrapas de colección

martes, diciembre 18

a mis sátrapas

Días natalicios de jolgorio
con un paraguas a lunares de adorno
y esas bestias inmensas en pleno acto de vida

saltan, juegan, hablan hablan hablan sin parar
luego enmudecen y se miran los unos a los otros
los otros esperan esas miradas que trae aquel silencio
los unos saben que luego los otros tendrán su turno
y se disfrutan, se merecen

también cantan, bailan, mastican
y brindan
se brindan

se saben de antaño en aventuras infinitas
en historias repetidas, revividas, sin temor

al amor

al amor que es suficiente
el amor que los hace latir

de amor

el amor es suficiente
para el amor

el amor es
siendo

lunes, diciembre 17


Si por hablar pavadas fuera, no muy distinto a mis cotidianos interlocunloquios entre mis míes y mis otres sería. 

jueves, diciembre 13

«Hasta el cielo se ha puesto a llorar»

Garúa entre los nombres
Garúa se te hace un hilo
con la voz que se hace noche
noches tras el eco de su olvido;
entran lunas a cantar conmigo,
tantas velas con reproches,
sin la niebla del temor:
Garúa con tus manos abrazás el hastío,
y el frío,
contando a la pasada 
que en tu pecho compartido
guarda silencio su amor.


sábado, diciembre 8

¡desgraciado!

Día tempranero, de madrugón. La luz se filtraba tibia por las rendijas de la persiana de madera; de esas añejas, con soga y sistemas de abuelos. Y menos mal.. Por el barrio la luz se había hecho ausente hacía ya unos tres días. Días de duchas en casas ajenas (siempre hermanas), alimentos tirados por la borda y la gota de sudor casi risueña, jocosa; parecía deleitarse cuando caía lentamente, haciéndose sentir, desde la frente al piso oscuro y pegajoso. Todas las doñas rosas protestaron firmemente al grito de "esto no puede seguir así". Fue divertido mirarlas, rabiosas. Entonces culminaba la semana, al menos la mía y las cosas habían resultado gratas. Quien les escribe llega a destino en un impecable humor, (y casi sin precedentes) a las 07.45. Poco tráfico. Los beatles ayudaron un poco, como lo suelen hacer siempre. El Caesar Palace y su elegancia casi ostentosa estaba albergando a cuatro de los más fatídicos personajes que jamás me haya tocado pasear. Y estaban esperando por mí, agazapados. Dos ellas, dos él. Nunca supe si fueron o no pareja, amigos, contrincantes o negociadores. No sé si quise saberlo. Sólo supe de Beth, una simpática norteamericana, algo curiosa y enganchada por todo lo que se vendría en las siguientes cuatro horas. Del resto, un sórdido silencio. La otra ella, rubia como las más dulces angustias, en la ventanilla izquierda, por detrás mío. Beth en el diome. Uno de los él, en la otra ventana. Callado, grandulón, cincuentón, barrigón: cuando lo saludé, me miró de arriba a abajo, como en una aduana difícil, inspección ocular despreciable. A mi lado, el perfecto estereotipo del "pelado con bigote", simpático de a ratos, como la tele en madrugadas. Últimamente me vengo fiando a gran escala de mis percepciones e instintos; algo olía mal..

"So, first time in Buenos Aires? Beginners?" un viejo y conocido entre, de los tantos "yeites que nunca fallan" y que culminan habitualmente en el grán "by the end of the day, you´ll probably be experts", acompañado de risas por respuestas y entusiasmo por venir. Pero no: "the guys have already been here, for two days only, a year ago.. but that´s not our situation" y una tímida risa propuesta por Beth, quién más sino. "Any suggestions?" "We´ve been through Recoleta yesterday, and we´re leaving this afternoon". No sé si lo han notado, pero es sorpresivamente gracioso el modo en el que todos los viajantes pronuncian "Recoleta". El anecdotario cuenta: Ricoleta, Rocoleta, Ruculeta, Richoleta, Racoleta; mientras la "e" es vocal que se perdió como los niños se pierden en la playa y buscan ansiosos un cococho de hombros al encuentro maternal.

Basta de chácharas; la vibración distaba de celestial, el cielo pronosticaba tormentas y yo andaba con los remos preparados en el baúl. Querían hacer una intentona de algún recorrido lineal histórico de la ciudad, pasando por sus aspectos culturales, razón por la cual la Boca fue destino primero ineludible. Ahí vamos. Ahí fuimos. Agarramos Cerrito desde el comienzo. "This is the 9th of july avenue" bla bla bla por aquí, bla bla bla por allá. Pocas preguntas, pocos silencios. Los muchachos del Guinness me pararon en un semáforo y me dieron un premio por el record en cantidad de palabras y frases en menos de lo que canta un gallo. Pechinflado, cual gorrión, llegamos a destino.

La Boca cambalache se encontraba vacía y desolada, como el alma de un comerciante. Sólo nosotros y un par de camiones, de esos que te hacen doler la garganta cada vez que terminás con toda la vaina del primer puerto porteño. Previo a bajar del auto, el pelado vocifera si habría la posibilidad de encontrar un baño en esos pagos. Por seguro, La Perla estaba abriendo y los muchachos poniendo a punto el bar y las sillas. En el relato del Riachuelo, otra morisqueta más, y mientras las chicas escuchaban atentamente, ellos dos, a menos de un metro de mi persona, hablaban sin parar por encima de mis balbuceos. Mirada de reojo, de reojo malicioso, un, dos, tres, cuatro, respiremos profundo, todo está en calma y a seguir.

Nos dirigíamos a la bella figura de don Quinquela y sus colores cuando el bigotón interrumpe casi desesperado aullando por un baño. Noté en ese instante que no se trataba de una de las tantas preguntas "por si acaso"; esto era una urgencia. En esos pensamientos atravesados que ocurren entre las explicaciones y las caminatas me dije a mi mismo que si el quía no andaba escuchando nada de lo que estaba diciendo, incomodando el momento; podría ir solito, mientras yo les contaba a las señoras de que se trataba todo el asunto. Uno a cero. Así decidí, y parados en la estatua, el viejo se apresura al baño como un maratonista con la meta entre cejo y cejo.

Fue un preludio de la tormenta que vendría, un chisporrotazo. La escena que mis ojos se dedicaron a apreciar fue la siguiente: Esquina de la Perla vacía y sin transeúntes. El gringo sale corriendo desesperado. Por detrás y bien cerquita, casi arañándole el pellejo, un gordo que resultó ser un ex barrabrava de boca, corriéndolo con mirada perdida, llena de ira. Parecía uno de esos perros de lucha, alienados, brindándose a su cometido.

Desesperación, gritos, corridas, alaridos, la real academia española agarrándose la cabeza por la sarta de puteadas lunfardas despedidas contra el visitante, yo interponiéndome en defensa del pelado, "que pasa amigo? tranquilo che!" (no, no me hice tan el guapo, pero en la literatura todo vale, así que un poco e fantasía no viene nada mal), y el grito final: "vos los estás llevando? tomátela loco, y llevate a estos giles, que no los quiero ver más por acá". Si si señores, se pudrió todo. Si el campeonato de tango se hubiese estado llevando a cabo en ese momento, seguro hubiésemos ganado el primer premio a la mejor vuelta. Todos consternados, latidos del corazón como la bombonera en la final de la libertadores: El pelado en cuestión tomándose la panza, algo agitado, contando con cara de pollo mojado que él solo había intentado entrar al baño y que insistió ya que se trataba de una urgencia y que luego lo empezaron a correr. Pobre... pensaba. Pobre él, pobre el resto de ellos, que situación embarazosa, ¡pobre yo! Cuando quise sacar los remos, ya se los habían comido las termitas. Estaba perdido, desorientado, todo aquel momento era un barrilete de plomo, imposible de remontar.

El grandote callado abrió la boca por primera vez en el día hacia mí, sugiriendo ir a tomar un taxi para que el otro haga lo suyo, y las chicas continuarían el recorrido tranquilas. Bien flaco, tendría que haber sido así desde un principio. "Are we close to the hotel?"... bueno, se venía el sopetón, y llegó nomás. Con cierta elegancia y sarcasmo por sobre todo, le aclaré que si me hubiese escuchado un mínimo, se habría enterado que acabábamos de cruzar la ciudad entera, que estábamos en hora pico y que estaba bien difícil conseguir un taxi en ese momento. Se decidió finalmente volver al hotel todos juntos en el auto. A mi lado el pelado se seguía agarrando la panza. Lo que habría pasado en esos calzoncillos.. hasta el momento, era un misterio. Todos al auto. ¿Ya les dije que se había largado a llover intensamente? Bueno, también eso. Eso también.

Rally Buenos Aires 2012 edición especial, sospechas confirmadas, y el nauseabundo olor a heces inundando el auto. Beth había tomado uno de los escombros de los remos y me preguntaba sonriente y nerviosa cosas de los sitios en donde pasábamos. Supo de inmediato que era en vano. Independencia, Entre Ríos, Callao. Más lluvia. Tráfico. El único que se estaba divirtiendo era el parabrisas que bailaba y bailaba. No se podían bajar las ventanillas, no me aguantaba más. En eso, el pelado rompe el silencio y mirando hacia adelante confiesa con una inusual tranquilidad que le habían negado el baño, que el insistió y que ante la nueva negativa, comenzó a revolear las sillas. Yo me pregunto a menudo por la habitual consulta de “¿cuál es la percepción que tiene la gente de aquí sobre nosotros?”. ¿Qué código se había olvidado en el barrio? ¿Tuvo algún problemita con su vieja? ¿Le habrá saltado la térmica? El olor no me dejaba pensar, no cabía respuesta alguna para tamaña boludez. Sólo atiné a mirarlo. Fijo. Como cuando uno recibe un reto de gurí esperando quejas, chirlos y por el contrario, recibe esa mirada penetrante, de escalofríos.

Llegamos al hotel en dos patadas. Ellos se bajaron automatizados sin decir ni mu. Nosotros también, era insostenible. Todos menos Beth subieron para no volver. Ella quería seguir de algún modo pero la congoja fué más fuerte y "let´s just call it". Me tiró 200 pesos que sacó del sostén como una dama de burlesque. Pregunté a los muchachos del hotel en esos zonzos trajes de pingüinos si tenían de casualidad algún respirador o tubo de oxígeno. Sólo pa ver si la suerte me daba alguna cachetada. Nada de eso. Vuelvo al auto, abro la puerta, me siento, estoy por poner las llaves y miro a mi lado el asiento del pelado... Ay ay ay… les afirmo y reafirmo que estaba completamente marrón. Marrón clarito, marrón viscoso, ¡marrón mil mierdas! ¡El pelado se desgració! Y lo hizo fiero.

Manejando por avenida Córdoba enciendo la radio y me entero de una nube tóxica en el cielo de la ciudad. Que explotó un contenedor de agroquímicos, algo que ver con el mercurio, que había que tener mucha precaución y no se cuánta palabrita más. A mi no me engañan che.. ¡Ma que mercurio ni mercurio, fué el gringo! ¡Les juro que fue el gringo!

Corolario/Epílogo
El auto fué directamente al lavadero. Tanta vergüenza me dió al ver la cara que puso el quía que se tenía que brindar a tamaño desafío... Hubo propina y hasta un abrazo.

Al gringo lo detuvieron en Ezeiza justo cuando estaba a punto de partir. Le dieron treinta años por atentar contra la salubridad aromática de todos los porteños. “¡Las empanadas, fueron las empanadas! Exclamó mientras lo llevaban esposado.

Luciano, el dueño del vehículo, se agarró la cabeza como los de la real academia con las puteadas del barrabrava. Dicen los que saben, que lo vieron pululando en las inmediaciones de la calle Warnes, sin dormir, intentando desesperadamente cambiar el asiento por algún otro.

Yo no puedo dejar de sentir ese aroma en todo momento, en todo recoveco, en todo lugar. Es como el cuervo negro de Poe. No deja de volver, no deja de sentirse. Espero de todo corazón poder salir de esta.

Moraleja y enseñanza, enseñanza y moraleja: jamás se fíen de un pelado con bigotes.. 

miércoles, diciembre 5

el lunes sabe de su lunidad


Cientas de caras estampadas tras las ventanillas de los tantos coches andan por la avenida de las baldosas calientes un lunes por la tarde. Un lunes como éste; un lunes como aquél de 1904; o como aquél otro, tan lunes como el del 82, o como el del 50. Lunes, siempre lunes que repite en su lunidad la magia de no ser sino lunes. Como el de después de cualquier domingo, como el de cualquier mes. Tan sólo lunes y sanseacabó.
Las almas que circulan miran perdidas asomadas en toda su fachada de lunes pensativo, de los primeros calores pesados que siempre están viniendo, miran apesadumbradas y huyen al encuentro de las demás miradas, inquinas, latosas y expectantes, todas agolpadas en el traqueteo de un bondi lleno; en la cerrazón de un auto atrapado entre la densidad de un aire denso que no le importan ni las ventanillas bajas del todo; o simple y calurosamente a pata, como quien dice mal y pronto.
Lunes de luna lunera, lunita lunata, lunes de luna alunada buscando dejar de ser sol del lunes para próximamente volverse lunes nuevamente, quizá escuchando a un tal Natalio Ruiz que revolea  sombreritos al asfalto de árida tierra gris mientras piensa en esa casa con diez pinos al sur de la ciudad que lo espera. Cosas de lunes.
Es entonces cuando de pronto el aire se abre en su espesor y la presión, temperatura, humedad, luz, color, gusto y demases pequeñeces claman su presencia por entre todos. Bichos que andan reptando sueltos por las paredes dejan de hacerlo; los apretujones, los agolpes que surcan los cielos, también de cemento, se detienen por un instante.  ¡Vaya momento! Un semáforo hace de excusa dejándolos encontrarse y aunque ellos se esfuerzan por desviarse las miradas, no pueden.  Por un momento quedan vacíos los pensamientos de los dos. Todas sus fuerzas, entusiasmos y sus alegrías aparecen apoyando ese encuentro. ¡Vaya momento! Eterno en toda su profundidad, minuto exagerado que no se corta sino hasta la plenitud de sus segundos, hasta la consumación de su acto horario, hasta que pasa. Fue justo ahí cuando el semáforo, casi transpirando por no querer cambiar a verde jamás nunca jamás, para que esas miradas se queden quietas ahí donde están, parte del paisaje, parte de todos que las ignoran, tan propias de otro día, de cualquier día, excepto lunes, día de las miradas perdidas, día hosco y ególatra. Pero no, justo cuando el semáforo, vencido por no querer irse de su rojo antilunes y casi al borde de desvanescerse en el color de esas miradas, justo en ese momento ellos se sonrieron, y siguió siendo lunes.

sábado, diciembre 1

entrever

Palabras rápidas que no se suceden, palabras que no esperan al siguiente renglón para decir entonces solo dicen y dicen que solo seguirán siendo si son pronunciadas por las malas lenguas, esas que tánto nos definen en código parrandero, aprendidas y dichas con balbuceos, gritos, dichas en el momento en el que ni el sol ni la luna pispean, en ese momento que ustedes saben y que esperemos que así sea pues no habrá chance sino de que sigan siendo y cambiarán la sonrisa cómplice por palabras aburridas como la que es “pendiente” cuando se refiere a algún asunto o “billetera” cuando no hay pa los críos, palabras que han sido pronunciadas tantas veces en tantos sentidos bajo tantas circunstancias encerrando tantos significados que de una buena vez deberían juntarse todas, encallar el buque en algún recoveco y gritarse a si mismas, entrometerse hasta la médula con sus esposas, hijos, tíos y amantes hasta molerse a piñas, generar un conventillo tan grande que ya nadie pueda entender nada de palabras, ni si quiera ellas, y seguir gritando hasta que después de la afonía enmudezcan y se miren con recelo como bestias salvajes, queriéndose arrancar el pellejo, desnudándose en ira y sean como son las buenas explosiones, eternas y efímeras, contradictorias, para que al fin la boca se cierre, los ojos se cierren, los sentidos se tomen el mismo buque en el que las palabras llegaron y llegue el despojo y entonces ya nadie tendrá nada para decir y solo restará amarnos.

jueves, noviembre 29

libertad

Están buscando algo mis letras que no saben bien que es
buscan con el lápiz, entre hojas y parece que las fichas llueven, pero no caen
están buscando algo mis letras que se rompa por si solo
que cuente sin tener que jugar al garabato
que deslumbre sin dejar de hablarle a los amigos
que se haga ameno entre tanta burla

Ya encontraran ese algo mis letras
lo harán de pie y en caravana
como un sueño quinceañero de revolución
como la mano amiga de esa cuerda, arrimándonos el suelo
lo harán sin mi y las contemplaré
en un desfile triunfal
sin banderas ni acentos ni puntos ni signos

Mis letras y yo
esperamos ese momento

cuanto antes

martes, noviembre 27

legüero a pie


Tomaba por Ayacucho hasta doblar al 100
con sus leguas demoradas
de otro tiempo siempre mejor.
Un día las nostalgias del paraíso se perdieron
y al otro rió tanto como brilló su voz.

Saben de las glorias los bacanes,
cañazo y compañero
como tímidos recuerdos
de alegrías y maldades,
andaban frescos ahora
con las horas de un adiós.

Dejó la esquina quieta y sin pisarla
la útlima vez que pasó por última vez por ahí,
para ya no volver.

viernes, noviembre 23

golpes de maldad


¡De malo era el flaco Ferrovianti! Que pa qué te voy a contar. Era parco y encima tenía unos modales pésimos, junto a su malhumor de siempre y sus peores entrecruces con todos nosotros. Lo frecuentábamos en su cotidiana caminata, casi litúrgica. Sagrado peregrinaje que acompañábamos hacia los más desaguisados rincones de la ciudad bajo crueles consignas, tristes algunas, y muy pero muy violentas las otras; así y todo estoy seguro que ninguno de nosotros se lo puso a pensar jamás, pero me parece que se nos iba un poco la mano, uno atrás del otro lanzando improperios de esos que hieren, siempre esperando  respuesta y una defensa agresiva, obvio, ante la humillación que debería sentir todos los días al salir de su casa. Pero siempre esperábamos, y siempre nos quedamos esperando... Creo que no haría falta seguir en detalle la mortificación sistemática a la que exponíamos al flaco. De familia laburadora, decía mi vieja cada vez que se enteraba de un nuevo ataque, con gesto de madre aleccionadora, aunque nunca entendí el porqué de su sentencia. El flaco se terminó mudando, y con eso acabaron los agravios, mas no creo que haya pasado la humillación que sintió…pobre flaco..

miércoles, noviembre 21

arde que arde


olor de azufre mentolado
¡ay como arde! ¡ay como sufre!
pinta pieles amortajadas
¡sana sana, culito e rana!
Lastimaduras, raspones y llagas bravas
el mertiolate te las cura y te las deja anaranjadas.
¡Teman el embate del combate hasta cicratizar!
antiséptico el muy noble pa que no se hable de infecciones.
¡pero qué gran hallazgo!¡qué gran audacia, gran!
desinfecta y adormese
y a los virus y bacterias,
ni las gracias les deja dar.
Un poquito e benzalconio, sal de amonio si las hay;
lidocaína otro tanto
¡qué encanto de anestésico local!

No hay consejo que por bien no venga,
siempre y cuando no lo diga su vecina
(la metida)
¡cómo arde el mertiolate!
haciendo burbujita al aplicar.
Pa cortes superficiales 
cura que da calambre;
aunque pa las heridas más marcadas,
como el mertiolate no hay nada,
y sin vecinas preocupadas,
con tantos cortes, con tantas raspadas
si no sanan hoy,
¡sanarán mañana!

«tenemos un arquero que es una maravilla, ataja los penales sentado en una silla. 
La silla se rompió, el arquero se cayó, le pusieron Merthiolate
 ¡y el arquero se curó!»

lunes, noviembre 19

Uno el camino


En su rostro despoblado de senderos, luciérnagas y llanura
canta el juglar de los miedos zonzos al surcarlo 

travesura de una oscuridad sin luna que acompaña su andar
entre el mar de esteros que lo confunden
empecinados como terca  mula
como terca mula empecinada en llegar.


Dibujo de ilusión a través de las lomadas
la meta se marca en el camino

al tiempo que hablan las andanzas;
meta y destino uniendo los pasos,
meta y destino se convidan con olvido
meta y destino que a uno marcan
haciéndose uno con el camino.


En su rostro deslunado dejó un brillo el juglar cantando
sin temor a que temores de juglar no haiga,
y con todo el verdín de su voz
sube al hombro el poeta su guitarra de mañanas
asomando yuyos, asomando soles
hablando las andanzas que al tiempo harán cantar;


meta y destino uniendo los pasos,

meta y destino se convidan con olvido
meta y destino que a uno marcan
haciéndose uno con el camino.



miércoles, noviembre 14

llamados de madrugón

madrugón que manyás al alba
con tus movidos manjares
¡madrugón méndigo, mercachifle! 
de momentos menguantes y menudas alegrías
madrugón, ¿ma que querés?
si me mando contigo a cualquier mundo
con tal de masticar esos modos coquetos...
mas yo no puedo mentir
ni matar mi parecer
ni ser mestizo mosquetero
que ante tu mágico lucir
mis pasar se vuelve miel

domingo, noviembre 11

de esas que dícense diosa siendoló


Diosa confluyes con el ir y venir de mi mirar pierdéndose en las doscientas diócesis degeneradas de deseosas dóciles dosis; dúctil dulzura dionisíaca que no desespera ni de sólo desandar los desaires de ciertos desiertos, y el desenfreno del descanso, mereciendo despacito que despierte tu mirar.

Desprendido prosigo atravesando divertículos a decenares de lo más disonante, descendiendo cada vez más tarde de aquellos destellos que daban distantes adivinanzas donde caricias hubo. Con dedicados dedos delicados de satén desatabas deliciosa los cabos detumescientes  de tus decentes días dorando los míos, idos, distraídos como dicen los que dicen bien. Después, ¿importan los despueses sin yacer? Que de haber sido otra cosa dejaría de ser; y mi disparo, disímil por doquier se desmaya en el débil duelo de sendas miradas nuestras desencontrando el deshoje con desdén de deseo desfondado, símbalos silbando, melódicos recuerdos dóricos devolvidos del olvido como dendritas adormiladas desenmascarando la difícil diligencia vociferante y dicharachera de las huellas despedidas desde antes de ayer, para seguir chisporroteando.

¡Oh Dulcinea de las pampas! Tan desinteresado en mi despojo hágome el notariado entre dustas desinencias en desuso y demases datos que domestican mi hablar demodé, denso y un poco zonzo, y así domeñadas hasta danzar. Desflorando idiosincrasia de cruzado, son diatribas deslenguadas divisando la deuteromorfa desazón de idolatrar tu oceánica divinidad de deliberante desfachatez que amilanan este dueto de disertantes, dramaturgos de cotidiano divagar, deusa do meu amor endemoniada por demás en mi después, en mi antes.

¡Oh, otra vez, deficiente decidor que despierta a la vecindad destinando estas dobles desidias de dignas delincuencias disimuladas por la deidad del tacto decidido de tu piel de durazno con la almendra de mi voz!  Y desfilo, y desvisto, que no habrase visto la duda alguna de los que te dicen, diosa, que si sigo hablando de vos, doy la vuelta seguro donde miradas devienen otra vez decires y demases dientes que distes cada vez riendo.

Tú, desorientadora de desayunos desperdigados donde daban las sombras del abedul en el jardín. Y desafiar, diosa sonrojada desafiante y distinguida, desafiar descifrarte diosa, desteñidos despojos de esperanza, efervescentes, que detentan detener la dislexia de la historia de una espera demorando mi despertar desterrado desde aquel pueblito despoblado, para aparecer después desnudos tras desayuno desprovisto de todo doblez de cuidados hasta que migas y humanos hagamos uno.

Y de seguir debería describir, o al menos definir, las distintas y cotidianas distracciones donde el encuentro disfruta en derredor merodeando mediodías, diez, diez mil, diez millones de diez mil veces de sentir que la diosa, dulce diosa dionisíaca preciosa de este deferente decir, no disimula no sin dificultad, que la diosa está en ese mirar de sonreir.

miércoles, noviembre 7

la isla

La isla te devora, te hace cruzar golpeando cada recodo de las humedosas paredes de su tracto, aunque acolchonadas, suaves y amigas te esperan para comerte mejor.
La isla te hace ser parte de los brazos de sus ríos, con su afluentes y afluencias y ¡guarda con que crezca! porque así como te abraza te aprieta, la isla te aprieta y te exprime hasta la más acompasada congoja y espera superada a ver si te las llevás con el lugar. Sueña la isla comerciando días mientras cuenta pilotes, mientras cuenta palotes, uno a uno, y no se repiten. Un palote dos palotes que no son el mismo, tres palitos que flotan con las ganas de un delta parsimonioso cuyo mejor instrumento es embarullarte y hacer que te pienses uno con la isla. ¡Y cuánto te la creés!
La isla te come; deglutiéndote ríe satisfecha.
Ahora, entre nosotros, qué satisfecha un tanto mentirosa, si en cada bocado de cada pedacito del cuerpo alimento, cuerpo isla alimento; en cada sustantivo social, en cada indiviso hermano patrio, en el banquete de cada uno de ellos la isla piensa y no ríe tanto, porque la isla se atraca engullendo y pensando, y no riendo, si siempre está babeando por su próximo bocado.

lunes, noviembre 5

entretejidos

comienza el día
entre lo posible y lo imposible hay algo
una verdad terrestre que como un puente invisible
(o una escalera caracol)
invita a sorpresas y destellos

los abrazos no estarán torcidos
con ambición de estatua se entregarán bostezos intensos
pausas
contradicciones, comodidades

por el camino desafíos
y un puñado de momentos 

todo es parte de esta gran poesía
deja que hable por si sola

ese polvo de estrella indica algo así
como el final de un viaje
y al final el enchufe chispeó
porque creer en la eternidad es ansiar la muerte
y porque 

¿fuimos, somos o seremos?

domingo, noviembre 4

cadáveres sabrosos

el viaje y sus formas sin forma
ya casi que no puedo escuchar sin Gustavo
el ritmo me marca un tiempo sin tiempo
(chico de mochila que paga)
existen vuelos, ciertos vuelos de tan real altura
pongamos por caso: "¡es ahí!"
no pido más treguas, momento y movimiento
- eh, vo... si nos conocemo la re hacemo...-
me aguarda un río, espero también ciertas caricias
son narices, no mascan pero saben...
¿cuántas cafés caben en una ruta eterna, inagotable?
de sol y sombra tu congoja
el crecer en nosotros mismos
con aromas, recuerdos de wiphala
sin broches ni moños,
preferimos los finales abiertos

en  coautoría con Luciano Pusineri 

viernes, noviembre 2

de camino el Escondido


Allí por donde surcaban montes la espesura de su mirar se apuró una lágrima a contar la historia ende lo alto de un camino hizo de paciencia y perseverancia notas que brillaron por lo bajo las hazañas de su amor.

Y fue sin grandes matarifes, sin alusiones a guerras, ni mucho menos que menos a una vida de trabajo duro y callado.

Pasó que pasó, como pasa tantas otras veces, dentro de un valle poblado en vegetación del más oscuro verde, con buenas ansias de prosperidad y con gente de corazones enormes, de esos que asombraron a rolete al uropeo, allá por el mil y vaya uno a saber cuántos.. ¡tanto se acobardaron al perseguirlos!

A no ser por dos o tres almas sensibles, protagonistas de la ventura de su propia historia,  podría haber quedao trunca antes de ser oída con ganas por las generaciones que vinieron a creer en que algo más podía hacerse en la calle de la verde y espesa vegetación, como las lágrimas, como las yungas, y las persecuciones a muerte por amor.
En verano y con calor, cuando cruza el alazán impaciente los campos y los otros campos sin siquiera echarle una ojeada al poblado dejado atrás, mejor que uno guarde distancia, total no es más que peligro ajeno. Seguramente donde uno cree estar a salvo se desatan las peores consecuencias.

Nada puede hacerse cuando el Sol, severo y distante, autoritario, marca el paso del caminante; ahí la arrastré a la Azucena, sin mucho tino y con mucha más arrogancia, casi que la obligué a seguirme. Aunque por algo vino. Y la Azucena se la bancó como dios manda, porque el único que la comanda es el dios de su sed, y el de sus ganas. Es que ella era del campo, y hasta no haber alcanzado sus propios pasos no sintió el entusiasmo del verdadero amor. Fue conmigo. Pa qué voy a andar mintiendo, si yo también, ese día entre los girasoles la vi entera desnuda y me dije pa mí mismo que era ella con quien yo iba a seguir todo lo que de camino quedara.

miércoles, octubre 31

rumores

Cuántas voces agolpadas
a la vera de un arrullo
que levanta, que despierta
suave grito entre las mantas,
y en el aire aturde
de vez en cuando,
un ronroneo feroz
de tardes lejanas
de un pasado rumor

lunes, octubre 29

el irrisorio cienpiés al que apodaban el rutilante, 
tardaba en llegar de esquina a esquina 
lo que un tártaro en pescar una corvina

jueves, octubre 25

«..y como los pájaros saben leer de una ojeada 
en el corazón de los hombres..» M.Denevi

Cuando pasó de noche ¡imposible!


¡Qué gran conmoción asoló a toda la capital! La gente desorbitada corría sin amparo buscando protección. Los perros desvariaban en carreras indefinidas mirándolo todo con ojos vidriados y hacia quién sabrá dónde. Todo apuntaba a una sola causa y la tristeza que producía en masa una gran desolación. Algo insólito cruzaba el tiempo centelleando sin dar respiro al transeúnte poco precavido que de traje u ojotas, eso igual daba, tropezaba incauto y ávido por salvar su vida…uf gran confusión asoló a Buenos Aires el día que granizó de noche. Fue por un 3 de octubre, aunque tranquilamente podría haber sido noviembre sin duda. También podría no haberlo sido. La verdad es que un día donde la primavera amenazaba con continuar sus versos más lindos y sus canciones sin viento, tuvo que hacerse de noche para que al fin terminase cada rincón bombardeado por la bestial templanza del granizo. No es  obviable para nada todo el trabajo posterior que arrastró a profesionales de todo el mundo analizar el fenómeno porteño. Sólo algunos conocen de otros días de similar talla, pero es mentira. El día que granizó de noche en Buenos Aires ocurrió una gran historia.
Cerca del cambio de siglo y, sin duda, cerca de todo. Sin embargo fue ahí  donde la relevancia pasó a cuarto plano y se acallaron las voces de los que sabían algo más. Siguió todo como si la mosca tan sólo volara fresca en verano. Siguió todo así sin más. El día que granizó de noche no lo olvidaré jamás, aunque no lo presencié, sé que estuve ahí. Hubo una historia hermosa, decía, que quedó en las primeras planas, y en las segundas acompañaba una triste resolución. Fue por el barrio de Pompeya donde la tristeza sin arrabal dio el presente, pero eso será motivo de contárselos en otro encuentro..

martes, octubre 23

las uñas

Soy las uñas que se parten
en cada barcito
al compás de un dos por cuatro
o de un milongón. 

Soy las uñas que quedan en el piso
olvidadas, desmerecidas
nadie les lleva el apunte
las pisotean 

Soy las uñas que volverán a crecer
en todo momento
en cada candombe 

En un repique intenso
que las volverá a partir
para que las vuelvan a ignorar
a cantar, a decir
y crezcan largas, eternas 

en otra canción..

domingo, octubre 21

de cara al río


Dicen que cuando se encuentran dos que no se conocen caminando frente a las vías de un tren que no pasa, con el sol que los acompaña casi flotando mientras charlan y lo miran (pa cerciorarse que esa caminata no forma parte de un sueño donde se encuentran dos que no se conocen, todavía) dicen que, al pasar frente a un naranjo, los azahares se abren y siguen con su perfume al sol, mientras ellos siguen charlando al costado de las vías de un tren que no pasa. Dicen también que los vieron mientras reían, mientras charlaban, mientras cantaban, mientras se conocían esos dos que no se conocen. Cuando los vieron pasaban frente al baldío de un pedregal donde se tomaron las manos, para segundos después soltárselas.
Y volvérselas a tomar.
 Esta historia la cuentan cada febrero cuando amanece los que están despiertos, los que los vieron caminar. También dicen que después se los vio pasar por el muelle que daba al río Luján, y que allí los vieron besarse. Dicen que estas son las historias que uno se imagina de cara al río cada vez que pasa por ahí alguna mañana de sol de febrero.

sábado, octubre 20

algarabías


¡Cuánta algarabía en estos días bolivianos! ¿Será por ese algo? ¿Será por este o por aquel? Quizá simplemente sea y hasta ahí; ya no más. Sucedió que todo se transformó en música; música en las paredes donde habito, música de tambores y de danzas. Las morenadas en las calles fueron fulgor de cielos chubascados que no pararon de rugir mientras la gente a merced del frío y el agua siguió bailando como si fuese aquella tarde la última vez, en sus trajes típicos, con todos sus culebrones a flor de piel. Y todo esto sonará a bolero, y es que los boleros existen y yo los conocí aquí, en estos últimos días bolivianos. Boleros de cinturas y matracas.

viernes, octubre 19

Dejadlos ladrar!


Tres guardianes del imperio y él, un arriesgado y gentil señor que conquistó los océanos nórdicos en busca de un tesoro que no se hizo esperar demasiado.
La historia data de los tiempos donde la luz poco alumbraba, aunque alcanzaba lo tenue de su calor para iluminar el camino de estos aventureros.
Tras venir en sus andanzas enfrentándose a las legiones de bárbaros desenfrenados en malicia, ocupáronse de apartar de su vía a quienes atracaron en viaje. Estos cuatro guardianes resistieron los ataques, los robos imprevistos, el hundimiento de la galera que obligólos a proseguir por tierra; y la audacia para tomar cada una de las tierras que prometían no ser la prometida, pero que llena de recursos y gente sencilla sin pretensiones, permitieron que estos cuatro normandos conquistadores continuaran su aventura. Que os calumnien! que os maldigan!¡Ladran, Sancho! Dejadlos en su lecho puberal, que solos callarán.

miércoles, octubre 17

cielo granizado

Nos inventamos un cielo. Sabíamos de antemano que no sería como los demás, éste lleno de nubes, por esa vez. La cosa tomó ciertos matices inesperados: los nubarrones se plantaron en un marroncito claro hasta que lo esperable ocurrió y entonces el estruendo. Luego la piñata de la sorpresa, y del cielo caía el granizado del helado de dulce de leche y vos abriste la puerta, me miraste superando mi sorpresa y sacaste la lengua. Tenías un bonete en el marote. Recibiste el dulzor de las alturas y entre comisuras chocolatosas sonreíste como hacía mucho no veía una sonrisa. Yo intenté algún aporte al asunto. Las palabras sobraron. Sé que vimos brujas por las paredes, aquellas brujas malvadas a las que nunca les di crédito. También vimos unos elefantes y algún que otro río. Hablamos de una tapa de revista portentosa; borrando nimiedades allí estabas vos sacando la lengua para el granizado, y sonriendo. Charlamos de Picasso y sus palomas coloridas. A mi me sorprendía que a vos no te sorprendiera que yo fuera escritor, pues siempre quisiste ser musa. Ojalá nunca perdamos el sentido del humor. Ojalá siempre sigamos perdiendo el sentido.

martes, octubre 16

primavera de abril


Y como si oír llover. No pasaba inadvertida cada una de las horas empeñadas en aturullarme el alma aquella víspera de un raro abril que se avecinaba con sus ínfulas de resguardo, al compás de un bolero solitario de tan olvidado que quedó.
Es el ir y venir de unos viajes por los recuerdos de una tierra extraña, por un pasado pluscoimperfecto que hace al nombre de alguien saber quién es sabiendo dónde estuvo parado y qué momento le tocó.
Abriles que caen uno tras otro pidiendo permiso para volver al lugar que alguna vez los vio partir con entusiasmo de juventud desconocida, con alegría de sensación a nuevo, con padeceres siempre por venir.
Una vez conocí la gracia de una sonrisa amanecida con las últimas resolanas, mágicas y certeras,  que anunciaban el letargo de la primavera en abril. A partir de ese entonces, camuflado entre escondrijos secretos, resurge un poco aquella gracia en los azahares de cada nueva alegría,
siempre por venir…

domingo, octubre 14

abuelos y lentejas


La tana se mandó unas lentejas como las que hacía la abuela, como las que hacía la nona en esos días de invierno y mediodía, con el pancito caliente y algunos condimentos que habría que cortarle las manos o el pelo para que los desembuche. Luego no preguntamos más, creo que preferimos ese misterio de antaño. Lo preferimos y en buena fé; para que ahora, como veinte años después, podamos seguir saboreándola en recovecos y momentos inesperados, siempre bienvenidos.

viernes, octubre 12

El Zambo


En día de lluvia
este malevo de ocasión 
de aristocrática alcurnia,
presumía los deslices que al desenfreno le arrastró 
allá por la vera del Maldonado,
esta historia que me contaron,
casi en secreto,
donde no hay facones por el medio,
tampoco mal de amores
y mucho menos riñas confraternas.
Juan Martín Zambe Justo,
el Zambito 
le decían aquellas voces.
Se paseaba en cueros los días de sol noble
temiéndole los peces,
crujiendo los ligustres
y desesperando comadres en plena edad,
y él como sí ná, che..
Por mucho menos deso
fue a dar al destacamento días atrás,
topándose, preso del momento,
con la Azucena,
sobrina del estanciero Ladislao Villazón.

miércoles, octubre 10

pegatinas

Fueron ciertos disimulos los que cargaron con las decepciones; tan profundas y filosas que los disimulos parecían provenientes de un principiante. – Y es que el amor es así – le contaba Margarita al Javier cuando salimos del jolgorio. En lo que a mí me compete, aquella noche había decidido salir a buscar señales; un rompecabezas y un péndulo, juntando pedacitos que se tambalean de un lado para el otro, mientras uno le inventa un sentido. Es divertido vean, que siempre suceden cosas, siempre hay hechos y momentos y conversaciones en las que uno puede poner la oreja espontáneamente y tomar de lo susurrado lo que le venga a la mente para entramarlo. Es más que un juego. Y es interesante ver como a veces se suceden las cadencias del relato, hechos y momentos en donde todo parece cobrar un sentido único y universalmente planteado para lo que se anda buscando; aún si ese algo es la sorpresa; frente la mirada dispersa del resto que a veces acude no solo proveyendo distracciones, sino haciendo aportes fantásticos al asunto y llenándolo de matices intensos. Son las noches lejos del remanso; y del ruido silencio, del baile, quietud, de los cuerpos sombras. Habrá un nuevo entramado más tarde, algún rompecabezas con sus piezas pulidas y ajadas. El secreto está en descubrir esas piezas y sacarle el jugo al naranjón; bellota frutal que exprime las mentes distraídas para que se encuentren en los relatos de quien salió a buscarla. Pieza por pieza, brindis por brindis.

martes, octubre 9

                                                                                               una luz y una sombra
                                                              bailan en la sonrisa de un obturador
                                                                                           mirando a quien envuelve y congela
                                                                                                                    ...dispara, ríe
y se empaña la lente

domingo, octubre 7

corridas

Se leía en un cartel de ocasión por algún recoveco del alto: “Mañana gran corrida de toros”. Y es que aquí también sucede: la sangre torera, la dominguera gana del hundimiento en resacas y olvidos. Para todo evento existe un antes. Para este también. Al toro lo hicieron tosco, casi humano. En una zanja de las afueras le crecieron las bolas, pesadas. Lo pasaron a buscar una tarde en uno de esos camiones que simulan los subtes colmados, o los embotellamientos. Le dieron una entrada dopada; primera, segunda y todo arrancaba nuevamente; como cada domingo, como cada lado b del folklore. El toro se las veía venir mientras el conductor sacaba el brazo rancio por la ventanilla, miraba alguna que otra damisela pasar y levantaba la nalga dándole salida a la flatulencia. No es ningún estereotipo; son algunas de lasverdades universales bolivianas. Que existen. Y se reproducen como aquellos pedos de pollo frito. Seis o siete cuadras quedaban antes de la llegada al sitio donde el toro correría con su sangre. Todo se disponía rutínicamente; la gente en las gradas esperando la mueca de diversión; el pibe de los boletos ganándose el mango; los toreros sudando la gota gorda, soñando con grandes ovaciones, grandeza; la condena del éxito. Cuando el camión se acercaba a las inmediaciones, un giro inesperado y el toro tomando carrera corre por el pasillo embistiendo cornudamente al conductor, atravesando el hierro de las paredes, el asiento, las propias entrañas del maquinista. Conmoción en el alto; los que andaban al paso vieron aquel cuerno hiriente y aguerrido, como un grito de liberación partir la complexión del conductor. Luego la sangre, los gritos, el volantazo y a la banquina. Rojo el vidrio, roja la muerte. Mientras se oían sollozos una turba enardecida corre hacia el camión con cuchillos, machetes y otros juguetes rabiosos para aniquilar al animal, para vengar al maniobrante que para ese entonces yacía sobre el volante chorreado, para complacer su domingo incompleto. Se aproximan, están cerca. Y cuando mil ceños estaban por darle injusticia al asunto, el toro abre los ojos, despliega unas alas multicolores y huye volando por los cielos, ante la mirada atónita de los vendedores de chicharrón, y de toda esa mala junta.

viernes, octubre 5

chacarera compañera

Era nomás cuestión de tiempo para que Merceditas diera finalmente con doña Eulogia Tapia; y llegó el tiempo, como debía ser, y dieron juntas. Ocurrió en el campo, como no podía ser de otra manera, y todas estas afirmaciones repetitivas no son en vano, si se trata de tal encuentro, de su puesta en común, de aquella nochecita de pampa y tinto. Se había juntado todo el pueblo, bebieron como peces, comieron mil asados; y cuando todos los primeros botones andaban desabrochados (se dice que hubo segundos y hasta terceros); el pampa tomó su guitarra y las estrellas como espuelas fueron fieles testigos de todas las tonadas que su voz arrojó. Hasta aquel entonces era una noche más, única; como todas esas noches: cierto es eso de que si se calla el cantor…
Los culebrones sucedían como era de esperarse; algunos mostraban los dientes cuando asechaban a su hembra, otros mostraron la faca; no pasó a mayores. Cuando la luna dio sombra al cerro y los niños agitados guardaron calma, aparecieron juntas, todo un acontecimiento inesperado. Se habían encontrado paseando; compartieron popularmente unas copas y despilfarraron anécdotas de llanto y miel. Así sin más, envalentonadas por las peripecias que la noche trae consigo, se largaron en caminata de tierra y alpargata hasta que, como suele suceder a menudo, vieron luz y entraron.
Merceditas y Eulogia Tapia bailaron chacareras hasta que se les rasgaron los vestidos, repiqueteando intensamente, agitando sus pañuelos. El folklore local se había inspirado en ellas casi por completo; aquella noche dieron cuenta del asunto. Las facas pasaron a manos de las mujeres campesinas, enervecidas hasta la médula por unos celos descomunales, y como para no estar así.. ustedes saben. Luego se amigaron con la situación, y bailaron.

Aquella noche no terminó jamás.

Aún se puede escuchar a lo lejos la alegría de tal encuentro. Los vasos nunca vacíos, los botones desabrochados, restos del asado en el mantel, brasas incandescentes, alaridos de una noche sin fin, en donde dieron juntas Merceditas y Eulogia Tapia.

El campo bailó chacarera.
El pueblo fue feliz, carnavaleando.

vidala compañera

Vidalita te canto
ahí donde sabré de vos
buscando entre los corrales,
entre mata y pasto,
tu amor.
Buscándote entre corrales
de mata y pasto,
mi amor.

Subías detrás del cerro
haciendo sueño de una canción,
dejando por el camino
muestras bravas de una traición.
Dejando por el camino
la bravas ganas de mi perdón.

Qué será de aquéllo
que al pueblo jamás volvió.
Por donde canto estos versos
pensándote en otro amor.
Por dónde estarán mis versos
que aquéllas noches tu cuerpo me dejó.

Vidala sos compañera
de vida y ansia de fulgor.
Vidala yo a ti te canto
que ya en poquito sabré de vos,
buscándote entre corrales
pa devolverte tu amor,
ahí mismo entre los corrales,
ahí donde amamos dos.

martes, octubre 2

zambita compañera

Me inundé de zambas sin quenas ni zampoñas,
allí cerca del río, tan lejos
hay un litoral leguero
no lastiman, no hacen daño
son brisa y laurel, como mi instrumento
mis manos rajadas del frío piden tu calor 
como aquella vez que te pedí la mano
por debajo de una mesita de bodegón

domingo, septiembre 30

saber, quiero saber!

Yo te pregunto sobre eso que quiero saber; vos me respondés con otra cosa, con que en un próximo encuentro lo sabré.

Con tu respuesta yo ostento que ahora de eso sé, pero volvés a responder
siempre con otra cosa.

Yo te pregunto, esta vez sí, para cerciorarme que una y otra respuestas anteriores sean las que colmen la pregunta sobre la que quiero saber, y en de repente llega una otra respuesta a una pregunta con la que te increpé. 
Qué es lo que sé que hace ahora que yo no me pregunte por eso que escuché sino hasta después de haber sido respondido con otra pregunta. 
Entonces, ahí sí, ajá! pregunté, 
¿Cómo puede ser que siempre la respuesta no es? yo quiero saber. La pregunta, tras la ilusión de saber qué es, ilusiona aún más la respuesta de saber qué no es. ¿Es y no es? Es el y. Entre uno y el otro, en el encuentro, es el y.

Vista su talla, contextura..vocabulario: a ver...y sí, mmm..bueno casi podría decirse. Prosigamos. ¿café dulce o amargo? ¿Toman tren? seguro que hablan de fu...cómo? ah sísí. Licenciada. Cada una de las preguntas está pensada particularmente para..ah, ahí está. Justo. Los indicadores analizados de cada una de las variantes que han sido elaborados exclusivamente para ustedes arroja...cómo era..ah sí, a ver...no. Sí sí, acá está, mis cómputos, comprobados científicamente corroboran que ustedes son unos verdaderos: ATORRANTES.

jueves, septiembre 27

Próxima ronda

 El encuentro a la hora pactada y donde siempre. Colgué el auricular con media sonrisa entre malvada y amiga sin imaginarme en aquel momento cuáles son las cumbres que se alcanzan con poder. Tampoco fantaseaba con alcanzarlo. Y así y todo, las cosas no fueron las esperadas. 

—Un moscato por favor.
—¿No lo empujás con nada?
—Dame una frita de carne— y sin mirarlo, como cualquier habitué— ¿qué te pido?
—Pedime lo mismo, ¡que hoy la rompemos!
—Sirvansé señores.
—Muchas gracias— al unísono.

De camino al mostrador, ya con sus vasos dispuestos, vieron atravesar el salón a uno de esos provenzales, con más perejil que ajo; con más ajo que facha; con más facha que labia. En fin, mirándose algo cómplices lo dejaron huir de la pizzería sin franquearle el paso. Total, la avenida de las luces carnívoras iba a encargarse de él.
Nos adentramos en la masa como jíbaros pero disfrutando, y entre el vino que subía rápido arreglamos el mundo. Tan así fue que, sin un peso para partir, craneamos la locura.
Hay veces que la situación apremia y te aprieta tanto que te obliga a la salida fácil. No por justificar nada de lo que hicimos. Tampoco sé si lo volvería a hacer.

—Seguíme Negro. ¿Ves el punto aquél?
—Sí, es el gil que salió recién.
—Vamos a seguirlo que su billetera es nuestra.
—Pero mirá Gordo, te pare..
—Vos seguíme.

Preso del momento le marcamos el paso por Corrientes a contramano del tránsito. Había que aprovechar la bolada. El zorro mangando unas porciones en frente y la calle yacía en calma y abandonada por la hora. Sin acercarnos demasiado nos quedamos ajustando los tiempos detrás del quía, esperando el semáforo y el atraco. La técnica era muy sencilla, telequinesis. 

—¿Qué?
—Mirá— y con magistral concentración le hizo saltar la billetera del bolsillo de atrás del vaquero. Se ve que era nuevo, hasta parecía lustrado.
—¡Vamo y vamo! — La billetera y su contenido eran nuestras.

Por lo que veíamos desde esos seis o siete metros que nos separaban del benefactor, ahí adentro había un par de noches de despilfarre para nosotros. Como un toro embravecido y disimulo de campeón pisé el tesoro, directo a coronar el podio. No podría haber sido de otra forma. Con todas las circunstancias alineadas y nuestra valentía al límite escuchamos desde ultramar una voz que sentenció —Muchachos, devuélvansela—. Desde su puesto de diarios, aquella barba parlante y blanca había visto todo. ¡¿Y qué íbamos a hacer?! Lo chistamos hasta que se dio vuelta. —Che, perejil, se te cayó esto. Zafaste que la encontramos nosotros, la próxima si no…

martes, septiembre 25

infinito punto multicolor


- Oh! Qué sorpresa la de cruzarla esta noche en mi lecho, 
descansando usted en mi pecho su silueta.
Dejaré así pues mi cabeza entre sus frondosos gestos
y en el medio de sus te…mores que la aquejan.

- Pero qué alegría es para mí, ingenuo y galante caballero 
el dejarme tomar entre sus dichos de halagos y sus manos centelleantes. 
Es el fuego que me entrampa, 
picando bravo y urticante, 
que todo el cuerpo me violenta 
esta alergia virulenta…(eeh..digo)...virulante! 

- ¿es ocaso de una vuelta?
¿es enrosque? ¿es enganche?
como un ansia trastocada
tomo nota de su puesto
a ver si hoy juega de volante.

- No digas pavadas semejantes,
tanta dicha comparada no tiene cabida en la cama de esta amante 
fanfarroneas tú, y disparas para el lado de los tomates, 
pidiendo que juegue de 4, pero que pase al ataque, 
no sé si te crees que soy ábaco 
o una mera acompañante. 

- Te pensaba ensimismada,
acompañada de flagrante desazón.
Te pensaba resguardada de un destino salvaje y desalmado.
Te pensaba invitar esta noche a mi amoblado
que los platos se amontonaron
y ya no queda limpio ni un calzón…

- Me sigues haciendo reir como solías hacerlo antes
¿será acaso que tú sin yo, si yo sin mí, sin ti, ni tú, ni sin, sin ni, ni fin, ni fu, ni fa, ni re, ni si ni mí con tú, 
hayamos probado el calor de otro Ecuador? 
En paralelo y en meridiano, con ton y son, con ron y sol, con roc y rol, 
la delicia de ser un barro en el chiquero de tu hermano, 
no tiene comparación. 

- Saltó la taba en el barro, harpía sin culpa ni perdón,
tras ese corazón bienaventurado se erige una pirámide de crueldad destellante y sin compasión.
De su traición vengo a enterarme, en mi propio lecho y con mi propia sangre.
Igualmente hoy la llamaba porque me falta un jugador para esta tarde.

- Oh, qué pereza! La que aqueja en tardenoche cuando tú no buscas mi querer. 
¿Será de mí tal vez que tu extraño andar tambaleante le pinte en gran talante, 
o acaso será tal otra vez, que en tu cálido revés no haya abrigo para mis cantos?

- Pero ¡qué ardiente proposición la que me haces en esa tarde de verano!
Expláyate un poco más y piensa en alguna otra cosa,
la cosa dificultosa se tornará
que si cierra, o si abre, después dirás 
pero ¡qué más da!

viernes, septiembre 21

Año de Primavera

Cómo recibir de otra forma a este septiembre tan deseado, aunque venga por poquito y para irse rápido dejando ensimismado un clima ecuatorial que siempre está por venir, si no es con unas letras elogiosas que contagian la alegría y el olor de los azahares arrimándose tímidos, entre destellos matinales y canciones de arrullo nuevas, aquéllas que se cantan al despertar, aquéllas que preparan el entusiasmo de otras siempre presentes canciones frescas, las cuales ya sea por idiosincrasia, ya sea por elección, vienen a narrar algo de lo que resurge en primavera.

Cambia su mirada, como cambia la estación, renaciendo del verdín los pimpollos chisporroteros, y con ellos, una nueva y compañera ilusión.

jueves, septiembre 20

/amanecióse/


Y levantó la completud de su humanidad un viernes mientras promediaba la mañana, huraño, 
con pesadez en su mirar y peores ínfulas de vecindad. 
Pidió un café con leche casi al instante en que salió del baño a grito de vikingo; 
le preguntaron si quería tostadas. No. Si quería un juguito exprimido. No. Pero recién exprimido. No. ¿y qué tal unos mimos? No. 
¿Qué viniste del Apolo? ¿? Digo…porque estás un poquitito alunado.

miércoles, septiembre 19

"sobe al ataque"

Lo vimos en el hall de aquel edificio renovado recientemente, lleno de ímpetu, como buscando algo. En su distracción le fue imposible darse cuenta de todo, hasta que todo hubo terminado. Dicen que no estaba esperando a nadie, sólo algún chiste noctámbulo y desalmado de esos que tocan el hombro contrario desde atrás, dejándote perdido sin saber quién llamó. Y así fue que de repente dio la vuelta entusiasmado, deseando sagaz que la mano llamando fuera esa que él no esperaba. Y no lo era. Como un trompo con todos sus colores giró hasta que en sus labios un beso lo frenó. No era nadie. El beso solo por ahí andaba aguardando su llegada y cuando lo vio, riendo y socarrón, lo encaró y el sobe al ataque pasó. 

Cuando se anotició de esto, 
ahí ya no había nadie.

martes, septiembre 18

trivia

dicen de las segundas partes que no son buenas

pero ahora, 
me vas a decir que si te comiste media naranja


no le entras a la otra mitad?

lunes, septiembre 17

que sí, que no

Cuando a una mujer se le dice no.

Cuando a una mujer no se le dice.

Cuándo de una mujer se dice

cuando se dice de una mujer.

Cuando se dice mujer,

¿qué se le dice?

Se le dice ¡mujer! que así no se dice

¿Y qué se le puede decir?

No que no. Ahí perdiste.

Lo que no se dice no, el sí amplifica.

Lo que sí se dice, no siempre se dice sí.

Si se dice no cuando sí, es lógico.

Lo que se dice sí cuando no, dice, y mucho,

aunque no diga.

Si quiero es porque sí.

Si no, no.

¿Y por qué no?

Porque deseo

miércoles, septiembre 12

un mundo de sensaciones

Tengo una amiga que es una puta, y no se regala. Tengo una amiga que mide un tanto más que yo, y se ganó esos centímetros como funambulista; malandreando hacia todas las direcciones posibles. La encontramos sola, vagando en esos reductos callejones de la San Francisco. La encontramos aquel día, que fué un día cualquiera, como así se la deben haber encontrado muchas otras gentes a lo largo de unos doce años de patas cansadas y boletos de colectivos. Dice ser de Comodoro aunque ya no tenga hogar. Fué con un amigo, y pateamos la noche los tres como pocas veces. Cantamos con tonada argenta mientras bebíamos y brindabamos constantemente en una de las tantas cantinas alegres. Luego se mareó y la alcanzamos donde su bulo. No lo conocimos. Tengo una amiga que auspicia de lo que sea necesario para el mango, el brindis y la sonrisa. Ayer nos tomamos un vino sobre los adoquines. La ciudad estaba hermosa. Nos confesamos los destinos y me contó de sus años anárquicos en un edificio abandonado en los suburbios de Nueva York. Charlamos de Kerouak, me dijo haberlo conocido a través del libro de una mujer, no recuerdo su nombre. Había escrito algo así como "una puerta completamente abierta". Me dijo: - Fué una novia o amante de él; lo conoció porque el flaco no tenía donde caer parado y ella lo invitó a pasar. Sublime, ¿cuándo no? Tengo una amiga de mil nombres y mil historias y unos cuantos sueños por cumplir.

martes, septiembre 11

un amante


          Manuel tuvo la astuta ilusión de pensar en todos los lindos momentos que estarían por llevarle un poco más de alegría a la pesadumbre que lo acompañaba hacía largas semanas. Mientras tanto él pensaba; y pensaba en cosas raras. Pensaba en cambiar su historia por otra; pensaba en mudarse de pueblo a alguno vecino, o a alguno lejano donde no conocieran de su amor que tanto bolero mistón le costó alcanzarlo. Siempre le pasaba lo mismo. Que para qué vas a viajar hasta allá, si no ves que no hay ni el loro; qué vas a ir a hacer, si las posibilidades son nulas; y bla bla bla; y Manuel como mula. Él, empecinado como quinceañoso denso en búsqueda de su propia voz.

Así fue como Manuel consiguió lo que tanto buscaba.

Con el calor asomando fresco tras los álamos y la luz escamoteándole penas entre el pedregal, las emociones cruzadas atosigaron su calma hasta hacerlo cantar una baguala. Entonó consternando el gesto con sus labios, y al momento apuró a salir de su alma un llanto apagado, aquél atardecer llameante de cándido pesar. A todo esto Manuel lagrimeó como nunca lo había hecho, como loco, como loco lagrimeando largo y sincero; como alma que despierta entre jolgorios de esplendores que pasaron; como siempre quiso hacerlo. Ese mismo día, ya oscurecido, ya no siendo el mismo, Manuel despertó de un atolondrado descanso, y lo que hizo, fue empezar a soñar.

lunes, septiembre 10

Era una voz que se fue


Dispénseme usted, porque hoy le vengo a ofrecer un pequeño chismerío de barrio, como los que Doña Amalia le contaba a la Graciela sobre el marido de la otra, ay cómo se llamaba..no me acuerdo…no importa, el caso es que cada vez que abría la boca, un marido iba a degüello casi sin compasión, aunque sólo lo hacía por el calor que a ella misma le despertaba. El marido de la otra, claro. Pero no es lo que me interesa hacerle saber.  Lo molesto simplemente con estos entredichos para contarle que en el día de anteayer, cerquita de las once de la mañana ya con el sol severo arrinconando muebles y telarañas por todos lados, el timbre sonó. Y sonó fuerte. Dos veces, hasta tres. Ni me preocupé por la impaciencia que denotaba la aspereza de esa mano inquieta y no precisamente con ganas de conversar. En un segundo me imaginé las diez fatalidades de todos los tiempos; en otro comprendí que del otro lado de la puerta nada habría esperándome salvo dos o tres pajaritos posados sobre el timbre, aleteando y cantando mientras la chicharra indefensa despertaba al trasnochado que todavía sigue manso en su lecho remolón; también hubo alocados recuerdos, deseos de volver a ver, y todo eso que vuelve sin que uno lo llame. Me alineé como pude y abrí, sin preguntar abrí, sin dar tiempo a arrepentirse, abrí y del otro lado no había nadie. No había voces ni sombras, ni pequeñines rajando después de su fechoría. Entre confuso y desorientado volví a entrar cerrando despacio para no despertar ni a la mínima planta. Ring cortito. Abro intempestivamente..y nada che...