viernes, septiembre 30

Entre sueños y poesía
el río de Heráclito ha ido llevándome
puede que haya salido bien
quien transitó mi sombra es ahora otro
como espejos que reflejan mitos
y fábulas
soy el que soy
guardando el misterio del nombre
mañana que me recuerden
si el tiempo es el don o la merced de la eternidad
ni eternos castigos, ni eternas recompensas
el sol refila los perfiles
y nadie baja dos veces al mismo río
porque las aguas cambian
nadie baja dos veces al mismo río
porque nosotros somos el río también

domingo, septiembre 25

gotita 'e recuerdo

Se enamora el rey que entre sueños baila. Y quedó resonándome la frase largas horas previo a despertar confuso y olvidar como un autómata todo lo que en el sueño ocurrió. Pasé hondas noches tratando de reproducir sistemáticamente toda imagen extranjera a la memoria, pero al despertar siempre era más del mismo día. No podría precisar con entusiasmo cuántas fueron las historias que olvidé recordar, pero en una de aquéllas todo pareció brillar, sin colores ni sonidos…todo pareció brillar.

Trato de reconstruir alguna, y me empeño con esfuerzo en la tarea. Ingrata energía, como fondo de whisky a merced del hielo, y me pierdo.

Pido perdón por los exabruptos, las tangentes y las demoras del relato. Mi intención es contarles, no mucho más, una historia que nada guarda en relación a sueños carnales ni a surrealismos banales. Mucho menos esos laberintos imposibles donde la salida es siempre volver a entrar.

Pasó hará cosa de tres días. La situación, el momento y su final, no tuvieron sino un suspiro inaudible hasta para el más avezado en la agudeza de los sonidos, los tonos, las fiestas, el desenfreno. Todo pasó muy rápido. Un callejón, la oscuridad y unos pasos cortos pero feroces que alcanzaron un trueno y todo se silenció. Y la calma que se hace cala en su olor inconfundible. Por un segundo creí no llegar a distinguir la reyerta, aunque analizando luego mi posición resultó asombrosa mi inmunidad, cauta pero medrosa, a la vista de todos. Una observación casi impune, casi obscena.

Había visto matar, sin saber por qué ni quién; había sentido placer viéndolo; había sentido… y me alegraba de eso, sobre todo porque era lo único que me diferenciaba de la víctima. Había sentido lo sublime del momento, perfecto. Y la lluvia lo tapó todo.

Así por lo menos fue como lo contó, algo perturbado, Serafín. Gomía de cuando chicos, que dejó a la banda para entrar a la cana hoy ya retirado. Demasiado buena madera para meterse ahí. Lo contó cuando nos cruzamos por el barrio, treinta años después, ya desdibujado en la memoria, ya lejos y difuso, ya no era el mismo. Esa fue la única vez que volví a verlo.

Tomo aire, levanto la vista ya de día y me acuerdo que la otra noche soñé con Serafín.


miércoles, septiembre 21

inflador

Entre las primeras resolanas que valen la pena estaba inflando las cubiertas de la bici
Un-dos, un-dos, un-dos, psff..
Tenía ya el dedo gordo en la sombra mientras seguía en el intento del aire
Un-dos, un-dos, un-dos, psff..
Levanté la cabeza por encima de mi hombro, no hubo onomatopeya de articulación. Un niño en la plaza se revolcaba en la arena y gritaba a sus amigos de juego: "¡Soy una milanesa!"
El sol que ilusión no había sido, acotaba su inmensidad
Un-dos, un-dos, un-dos, psff..
Necesito un inflador como la gente. Como la gente que infla.