martes, enero 31

De barrera una guirnalda, de humo era,
y centelleó. Dicen
de las palabras que sólo abrazan
otra cosa no pueden, saben
que cantando una oda alegre
de amor alegre, de humo alegre
de humo de amor, siempre lejano
el recuerdo será.


sábado, enero 28

fechorías

Justo cuando disparó contra no se quién fue que el agua de los floreros se pudrió. Aunque no se por qué es que siempre mencionan eso si todos bien sabemos que lo que se pudren son las flores. ¿o no? La cosa era que le topeteó el sombrero mientras mangullaba una sandía de temporada, y dos buques volando por su cofradía silenciosa hicieron que pegara un grito padre, de esos que uno no puede hacerse el distraído. Se pasó de azafrán, claro, y entonces vió que podía unirse a la marina, o a dos marinas o a todas las marinas que pudiera, solo así iba a ser él libre, él, un hombre incompleto, de poder zurcar las corrientes frías del océano que se secó por los pesticidas embrionarios. No quieran meterse con esos mi diós… Corrió tan fuerte como le dieron los muslos , le chorreaba el desodorante de bazar, la barba húmedecida le hizo de turbante cuando zigzagueó en los pasillos dorados del Sahara, o de cualquier otro desierto, o algún bosquecito lleno de maleza y turba. Vió la luz entre dos árboles y lagartijas aleteaban sus lenguas incesantemente como pidiéndole que se acercara mientras él seguía corriendo. Luego cortó por lo sano y se sacó los anteojos revoleándolos por sobre la mesita de luz y para cuando luminosidad hubo por las rendijas de las persianas, saltó como renacuajo de la cama no entendiendo la situación. Sudó, se preocupó y tosió fuerte y roncamente. Luego vió aquel vaso en el piso con los hielos intactos de la noche anterior; y se quedó más tranquilo y nosotros nunca sabremos por que, porque él tampoco nunca lo supo.

martes, enero 24

otra estrategia: la inteleloide

Fue por una luna de noche amiga en que la huída a ese bodegón de esperanzas siempre nuevas nos convidó su espera. No hay encuentro más ansioso que aquel en el que está todo dispuesto para el enfrentamiento cara a cara y decir cada uno su verdad. Aunque más no sea la del momento. En fin, salimos. Salteamos animosamente los más triviales preámbulos, ojo que fueron interesantes, lo que obligó a mantener cierto hilo en la conversación. Las bases de la filosofía indochina, evidentemente no son mi fuerte, ni tampoco había oído antes de eso; la densidad rocosa de la luna y mi cabeza contaba para atrás hasta 100. -¿De qué me hablás? Hagamos una cosa, yo vine acá a robarte un beso, de esos que siempre piden revancha, y casi nunca desempate -… y me atenía a contestar si el punto y la existencia marcan tendencia en la pintura hipra-relevista. Subía el picante mientras mi cuerpo experimentaba alteraciones físico-químicas de lo más extrañas. Tan iluso de alivianarlo que metía cerveza como agua, respuesta por no actuar, y sin pensar. -¿Qué te gusta más, el arte moderno o el neo-clásico?...¿Te estoy aburriendo, no?- Entre tierna y vergonzosa su sentencia despertó mi letargo, y tras sonrisa de esas que usás para robarte una ciruela de huerta ajena acoté: ¿Vamos a otro lado?

sábado, enero 21

al más loco de los siete

Primer movimiento

- ¿Por qué están todos callados, che?
- No sé, ¿sabés? Te juro y perjuro que los invité a todos y…
- Si lo sé, palabra de hermano, aparte, con la vista acompañando, están todos ahí
- Ni culo e botella necesito, y también cruzan sus brazos.
- ¿Estarán enojados?
- … No creo, están como expectantes…
- Observadores…
- Sagaces…
- Quizás.

Segundos afuera

El silencio entonces pregonaba el momento, como aquellos fuegos del la montaña ardiendo bajito, candentes, mientras crujen los últimos leños. El pánico escénico se había apoderado de ellos. La lengua y los ratones, dirían los abuelos. Pero seguían sin decir nada.

- ¿Escuchaste? Ahí ese varón.
- ¿Dónde?
- Al fondo a la izquierda, el de los tatuajes y gorrita a lo explorador.
- Parece un buen pibe.
- ¿Y que con todo eso del pánico escénico?
- Y… son los espejos de ahora…imágenes distorsionadas, invisibles.
- ¿Abochonchadas?
- Quizás…

Tercer silencio

Puede que la tercera sea la vencida aunque hay tanto de ese silencio madrugador que se te adormecen las muelas de tanto rascarlas. Rasgos comunes de la muchachada y del hoy, entre tanto código de berretín.

A lo lejos se escucharon unas trompetas cantando, un bailongo estimulado. Se soñó profundo, se soñó; que todos acudían siguiendo los vientos y en eso dejaron de callar y cantaron. Haberlos visto hubieran tenido que para parafrasear tanta felicidad junta;

- La alegría es lo esencial.. y también querer a alguien.

miércoles, enero 18

de pibe al puerto

Se habían hecho los veintipico de un ruidoso comenzado siglo. Época de tambos y matarifes, de malevos y sicilianos de almacén. En pleno puerto de una siempre recién estrenada Buenos Aires fue que di con don Rudecindo, estanciero de cepa, que moraba a unos pocos treinta minutos de los guinches donde despuntaba sus vicios. Una tarde sola bastó para colmar de anecdotarios los cinco grados de un áspero invierno que iniciaba. Era junio, yo estaba solo. Dicen del trabajo en el puerto que se hace pesado hombreando bolsas, que descargando buques, que yo qué sé…búsquese otro oficio m’hijo gritaba la Esmeralda cuando me veía llegar por el barrio algo sucio y a paso cansino. De todas formas, no duré mucho más que lo necesario como para contar este cuento.
Rudecindo, muy pícaro él y avispado en fechorías, un día me marcó de rabona con la vista uno que andaba entrando al dique 2. Entusiasta y refinado como galeón croata me dice, muchacho, ve aquél barco, el de la gaita; en cuanto se vayan todos, pregúntele al ñato si le queda algo e güisqui; pero….vo decíle así, están entrando unos baratos ¡dicen que muy buenos eh! Así fue como probé, tras tablones y miradas recias, el blen importado, como le decían por ahí. Entre los dos nos dimos el lujo de reventar varios de esos botellones. Una delicia, creo. Meta truco y lupines me queda sólo el recuerdo. Después, después ya ni pudimos levantarnos.

domingo, enero 15

Parsons, el rígido

Que todo es mientras lo siga siendo.

Había intentado ser una charla amigable, de esas que se añoran y se mira con fuerza hacia arriba, como queriendo traerlas nuevamente de un tirón. Habíamos ladrado un poco más de la cuenta, tímpanos rojos. A las diez era el asunto, a las once comenzó quieto, pausado, en la mesa redonda de un insípido bar del puerto. Ella y él juntos tenían más años que este país.

Pasó todo de repente ante la atónita mirada de nadie, ante esa escrupulosa, mi sorpresa.

Académicos, academiquísimos. Nos lanzamos en una trifulca intensa y de alerta. Hacía calor, era verano. Y esa sensación, esa gota tras la espalda, hacía eco en la guerra fría, y en la especulación.

Mis amigos triunfan armando pequeñas grandes obras maestras, presentándolas en fogosos recitales caseros. Sus amigos eran los senadores del norte, rígidos como el roble; erguido en un monte.

Ya me había tocado andar girando con unos conservas… Terribles ellos. Pero sin ser mala gente, eh. Sucede que a ella le gustaba la idea de ver una iglesia colonial de interior barroco pero si le hubiesen contado de antemano que Buenos Aires era así, se hubiese ido a París. – ¡Ja ja ja! – Balbuceó él. Y se calmaron en ese café dorado bajo la sombra del gomero, con una brisa y una coca.

No son mala gente, sucede que su educación es así.

martes, enero 10

greit

-great!

-great garbo

-great gatsby

- greta pretender

-greta presumir

-gret à porte

-pitt the porter

-pick up the puerta

-pick up porter, take the pick up porter!

-pica puerto?

-pica pica

-Sudamérica!


miércoles, enero 4

Vino con el corazón envuelto en un guante, pero se quedó por el frío que hacía poco se levantó. Fueron reiteradas ocasiones en que voló en primavera buscando su nombre, pero todos sabemos muy bien que no lo encontró. Creo que no me entendió cuando le pregunté por su búsqueda. Voy de nuevo. Lo vi venir con los guantes en una latita y no fue sino hasta después que comentó lo que en ella traía. Era enero y habló de otras cosas, entre las que nos sorprendió con el mayor de los candores sus juegos de trifulca y ring; y contó hasta tres: No sólo por estar entre gardenias y magnolias es que el momento se hace dos.

domingo, enero 1

un primero

Pasó entonces Jacinto Teodocio con su bajo silbar y su melena rumiante sin dar cuenta de nada de lo que a su alrededor ocurría. Pasó un primero de enero, de día; de esos días después de la noche anterior; y se sentía renovado. ¿Por lo nuevo? Lo dudo. ¿Por aquello que se fue? También. Quizá porque siempre fue algo tímido, y entonces nunca lo sabremos, pero sabemos que pasó; y que aquel año no había comenzado como algunos otros; pero había comenzado y entre tanto pero se paró de manos frente a la avenida y gritó tan fuerte como sus amígdalas lo permitieron.

Gritó por ese, su momento; y por aquellos momentos en donde el grito acaece y guarda rencor. Se sacó la espina de pescado rancio y se puso una nuevita, flameante; como el flan que la nona había hecho de postre en esa longa mesa sin tiempos ni preludios.

Como un escarbadientes.
Como dos escarbadientes.
Como escarbar entre los dientes.
Como penetrar en los dientes escarbando.

Así pasó entonces con Jacinto Teodocio y su bajo silbar por la avenida vacía; gritando a mas no poder, celebrándolo.

Tenía una mamúa para compartir bondadosamente…

Un petardo explota a unos metros de su integridad. Jacinto se asusta y aprieta los dientes. Ceden los escarbadientes partiéndose en su boca.

Rompe Jacinto en mil risas haciendo tentar a dos señoras barriales deambulantes que pasaban por allí.

Las risas se funden en otro de esos inconfundibles sucesos espontáneos de un primero de enero en la ciudad.

Y yo no sé si todo vale, pero que se apuesta, se apuesta.