martes, febrero 26

creyentes

Espero el vuelo de todos los días.
lo espero como espero al segundo antes que pase algo
espío la ventana y hago sencillo silencio
digo, quiero volar
no puedo ser discreto en el rigor de mi decir
quién acaso puede,
para volar

me muevo, me voy moviendo
y lo que queda de todo este temblor
es fe errante como el alma de los plomeros

pero fe

para el vuelo de todos los días
pues no hay quien baje de la cama
con tal certeza

por eso fe

en una verdad, de humildad
de no mas buenos y malos
la esperanza de los matices
es la de una mirada frente a otra

entonces fe

y que aquella sensación
de paz en las siestas de la tarde
sea el despojo merecido
que trae la caída
en el fondo de los vientos

eso si, con fe

en la espera
en los días
en el segundo antes
en la ventana
en el rigor de mi decir
en tus movimientos
en los sacudones del alma
en una humilde verdad
en las miradas esperanzadas de matices
en las siestas de media tarde
en la caída despojada

con fe en la fe

viernes, febrero 22

mostrar los dientes

El turno, la duda, el turno! el caminar, con dudas, pensando un escape, que venga de uno, un nuevo callejón, algún encuentro inesperado, nada pasa, se llega, siempre se llega cuando hay que llegar, los saludos, solemnes, la espera, las señoras sentadas, los ruidos del turno que esta antes, el turno, el torno! los decorados dejados, las revistas del ñaupe, el silencio, no es un parque de diversiones... prefiero otros silencios, silencio, el turno, otra vez, el de uno, el escalofrío, la jeringa ortodoxa, el pichazo, el dolor, los elementos, la sangre, la presión sobre el punto, las gasas, la saliva que cae, más presiones, mas cortes, la mirada solemne del doctorado, las respiraciones entrecortadas, el ya está, las contraindicaciones: no al pucho, no al mate, no a los besos.

Qué nos queda?

Más luego, los pasos a seguir, el nuevo turno, tán lejos está, y tan cerca, llegará, y los helados, las expresiones faciales de un chingado, los dolores, las molestias, la pastita esa que se cae, siempre, la paciencia, los berrinches humanos, todo eso envuelto en una asepcia tán austera, tán palida, tan blanca, que cuán bien se siente salir y respirar el ollín de los colectivos y la mugre cotidiana que amablemente nos rodea, cuán bien!

miércoles, febrero 20

serenata entre sirenas


En el Palomar, provincia de Buenos Aires, brotan de los árboles las sirenas que obligan a todo vecino a enfilar envalentonado hacia el más hondo ambiente de su casa y olvidar por un instante que el hombre es tan curioso como un ratón, y más también.
Todos conocían a Braulio por aquel entonces. Todos disfrutaban sonrientes su agradable compañía y hasta más de una, incluso, se perdía entre suspiros cuando el Broli, como le decía su papá, amagaba con voz machaza a entonar un tango o alguna zambita de las que suele llegar bien adentro y gustar.
Compañero y pintón, arrabaleaba con sabor a campo en sus ojos y en más de una fiesta evitó trenzarse a mano limpia sólo para demostrar su hombría y su valor. Aunque no nos engañemos, que esas dos veces contadas con los dedos, el lío se armó en frente de esa muchacha que lo tenía loco al Braulio. Fue la única que, sin corresponderlo, lo hizo morir de amor.
Había llegado la primavera, y casi que ya se estaba yendo en calores el año cuando el cielo despejado de esa noche de octubre lo animó a cantarle a su también enamorada (cosa que él nunca llegó a saber), quién había sido siempre la protagonista de sus fantasías y sueños. Así fue que alcanzó Don Braulio a hacer de su vida y deseo, leyenda; y así fue que Don Braulio afinó las graves cuerdas de su voz con las primeras notas de su serenata;…vine al pie de tu ventana, mi bien…; y así fue que ella quiso salir a escuchar su amor;…a ofrecerte mi vida, este canto de amor…; y así fue que brotaron de los árboles sirenas y oscuridad. 
Como era de esperar, nadie se asomó a ver que pasó.

lunes, febrero 18

A la hora de la llave de gas


«Todo pasa siempre más rápido de lo que podría haber pasado»
a los chisporroteros


Todo hubiera sido muy diferente si hace seis años no me hubiese olvidado de verificar que todas las llaves de gas estuviesen bien cerradas antes de salir. Si no me hubiese olvidado al menos un día o por lo menos si no hubiese cedido ante la tentación de volver sobre mis pasos para verificar que todas las llaves de gas estuviesen perfectamente cerradas. Si una sola vez me hubiese olvidado de realizar mi ritual ridículo hubiera subido al colectivo en el que viajaba ella y me hubiera sentado en el único  asiento libre que  casualmente hubiese sido el de al lado suyo. Si por una vez hubiese sido un tanto desobediente no sólo me hubiera sentado junto a ella sino que le hubiera sacado algún tema de conversación y hubiera sabido que se llamaba Verónica Pazos, que venía del interior a estudiar quinesiología, que estaba sola en Buenos Aires y que nadie la esperaba en Concordia. 
Pero yo preferí hacer lo mismo de siempre cada día, cerrar perfectamente las llaves de gas de todo el departamento por la noche, revisar que estén bien cerradas, acostarme, dormir, despertarme, salir a la calle por la mañana, caminar hasta la esquina,  volverme y verificar que realmente las había cerrado bien… Sí, por ese vicio me perdí de conocer al amor de mi vida en el momento oportuno.
Esta tarde ella se sentó frente a mi escritorio. Vino a sacar un crédito porque se casa y “casada casa quiere”. Empezamos “¿Nombre?” “Verónica Pazos” “¿Lugar de nacimiento?” “Concordia, Entre Ríos” “¿Estudios?” y me contó de cuando se vino a estudiar quinesiología, de cuando vivió en una pensión de Almagro y de cuando tomaba el 141 a las 7:00 de la mañana, casualmente el mismo que yo perdía por supervisar el estado de las llaves de gas de todo el departamento.
Llegué a casa muerto de cansancio, pensando que ella tiene su crédito, que se va a casar y que va a vivir feliz para siempre con Sergio vaya a saber Dios en que rincón del planeta.
No comí, me acosté directamente. Pero eso sí, me aseguré de que ninguna llave de gas quede cerrada. 
Ojalá cuando vengan a buscarme a nadie se le ocurra encender la luz.

a Nicolás Fernández Garbin 

Gustavo Galeano

jueves, febrero 14

envalentonados de febrero

Partirás en febrero
no importarán los casi cien de la abuela
ni los días cercanos a la quincena
aquellos en los cuales no creo
aunque si lo haga la gente
y la gente fe tiene
por más podrida que la vida ande
verás, todos andan tomándose las manos,
susurrándose el cariño que alguna vez se han prometido
afortunados ellos todos, ellos y ellas, la gente
cuán tórridos lamerán ese fervor popular
de manos entrelazadas y desfachatadas
de obviedades biensabidas en ese día rojo y pasional
de tantas sonseras aunque… tan bonitas,
que bonitas que son
aquellas cursilerías
que este catorce serán agujero en el bolsillo

partirás en febrero
y parece no importarte nada más que esa tierra de vino

partís, te quiero así y asá
partiendo, partido perfilado, a perderse
partiéndome

abro un paraguas que es una sombrilla
abro una sombrilla para paradojas
y yo que siempre ando partiendo
tuve mufa de timba y partido voy

podés ver?
tirarán mi sombra a un tren
y algo de mi se apagará

no recuerdo ya no
no se con quién no se hacia dónde
ni vívida ni cercana
a ciegas sin tus luces
aturdido en sinsabor
por saberte rodeada
de aquellos hombres sin rostro

ellos no rezan por mi
les importa poco y nada mi pregón
serán inmensos en mis fantasías
bestias, dioses mitológicos
me vencerán mil veces desde la montaña
sonreirán en el cauce de algún rio junto a tu sonrisa
la tan contagiosa
que inocentemente les compartirás

tus encantos…

no suelo hablar mucho de ellos
cuando pregunta la gente
apenas si sonrió y aparto la mirada
no vaya a ser cosa que caigan a cuentas
y se enamoren

y así se vuele a ciertos relatos de amor y desamor
malescribidos
los tan cojudos...

y mi vida será un tango
como siempre lo fué
como ansío ya no más
no tanto al menos, no tan fuerte

mi vulnerabilidad es un tanto más áspera que la palabra en sí

resulta que el muy terco está obstinado en insistir
nostálgico, melancólico y bebedor
será un tango sufrido en el asfalto
un tango voraz y sin escrúpulos
que en algún convite de medianoche
recordándome constantes tus besos
sacará guadaña y embestirá

un tango anestesiado y asesino
será quién tire mi sombra a un tren
luego de que partas en febrero
y asi entonces
algo de mi
se estará apagando

miércoles, febrero 13

Lo internaron por cálculos en el riñón; 

le dieron el alta recién cuando dio bien el balance..

viernes, febrero 8

Querés ser mi poesía?

sonando en la rimbombancia acólita de abril
                        mientras los azahares en colirio
         hacen ruidos extraños

                                                                               vagan sueltos, foráneos
                                       entre copas de abetos y abedules juegotones
                                                                              que ruegan lluvias del invierno que pasó.

¡Qué elegante eres!
vestida de poesía
jugando a ser mayor
comoquien cuenta sus pasos en el oscuro y de memoria aterriza en el yugo de su voz..

Vola y roda sobre las matas                                                                          volca y rega su aventura de enredadera

Brilla tú, flagrante azucena repitiendo la alegría de tener entre pistilos y estambres el sabor entrometido de todos esos destellos

viernes, febrero 1

¿me llamaban?


A la gente le gusta hacer ruido, salvo cuando te llaman a silencio; igualmente, de ser así, no te estarían llamando nada.


¿Dónde se vio que te llamen cuando te callan?

La gente disfruta llamar silencio a lo que sólo es dejar de hablar; y cuando uno habla, cuando vos hablas, cuando él habla, cuando todos hablan, se están llamando; por lo que no podrían justo callar.
Llamar a silencio es otra cosa. Llamar a silencio es llamar a silencio, y no blasfemar sobre el pedido tajante de que no hables más.

Porque hablar, hablar, ¡ahí está! 
¡datsdecuéstion!

Hablar es decir, decir que estás, aunque no estés, decir es hacer presente lo que no es, acá, ahora antes y después de antes, lo que son sólo letras en un limbo de migas todas distintas las unas de las otras.
Un microcosmos gigante que se juega a sí mismo siendo siempre distinto, siendo.

Te llamaron letra para que vayas a decir tal cosa, 
te llamaron, silencio para que vayas a ordenar tales letras,
¿Te llamaron a silencio?
¡De ninguna manera!
te llamaron a que digas, a que cuentes, a que llames.
Llamarte a que llames a otro que te llama,
a que hables. Letras que hablan y llaman letras a las letras.
Te llama porque quiere hablar con vos,
te llama para que digas.


Eso sí, siempre algo distinto a lo que no quiere escuchar
para que le digas
lo que quiere en realidad. (sin decírselo)