miércoles, marzo 27

Manifiesto tomatista


Tomates, Tomatas, tomatitos y tomatines, el actual ministro de relaciones orticultares de nuestra nación tiene el agrado de presentar ante ustedes hoy, una cuestión crucial para el encaminamiento hacia los objetivos de la Gran República de Pomarolia. 

Ante ustedes, su ministro:

Conciudadanos de Pomarolia, reunidos todos hoy y aquí entre el tumulto de esta plaza hirviendo con el fervor de nuestro colorado pueblo que acompaña y dirige a ésta, nuestra revolución escarlata resistida y llevada cabo a cabo y con ahínco, hoy, hermanos de mi patria fileta, os comprometo a que cada uno con su laurel, cada tuco, cada retuco y afines, con todo el rojo punzó de la pasión y entrega que llevan con orgullo en el seno de su sangre, me acompañen a cambiar de una vez por todas el rumbo de esta nación. Por una Pomarolia libre de las alas mas conservantes de esta representatividad culinaria; para que la olla se destape cuánto antes y caigan los traidores que encreman la buenaventura de nuestro futuro.

¡LIBRE! Pomarolia libre!


¡REEBULLICIÓN! 

martes, marzo 19

Mediste en el blanco



A lo lejos un tambor resonando, atraía su recuerdo de un momento a otro
para irse al siguiente
para volver a irse en el próximo;
y la tristeza de un otoño acuariano jugando a ser de mármol
frío aunque estival.
Huelgan las sobras
sucumben al encanto
de una historia de bueyes perdidos de tranco largo
al costado de las tolvas que llenaron a raudales su amor.

Aplaude, ríe, canta, baila, 
y no grita, por otra ronda especial.

Cae un copo de nieve
se hace un mar de rumores la playa del ilusionista ruborizado en distantes intenciones 
unidos en un mismo carretel, 
contemplo su astucia al develar semejante enigma
el de una rosa convertida en perfume de clavel,
no por azar,
recordaba al de una noche.
Enamorados al pasar por el riel de sus silencios
sólo se hicieron oropel 
y pasa,
siempre pasa 


Como pescar camarones en el aire 


Sólo palabras jugando a encontrarse.
Toman posesión, cautelosas, y se esconden en puñados de arena.
Sólo notas de color que entretienen la punta de la lengua desmemoriada
cansada de olvidar
y se divierte
sin pensar que es una lengua socarrona que sólo guarda en su carne memoria de lengua filosa,
filo de lengua carnosa
se divierte malabareando las letras de una tristeza que se va callando;
letra horadada de barro;
letra esperando su turno.

jueves, marzo 14

dos a uno

supiste mi nombre tantas veces
aquellas tardes de color café
como yo tus pausas, 
encendidas, en llamas 
mientras repetíamos
pavada tras pavada
hasta olvidar el momento
en que saliste de mis garras,
una y otra vez
al grito victorioso de:
¡soy yo quien se escapa!
para así volver a caer,
una y otra vez,
con ganas,
una vez,
con ganas,
 y elegí perderme ahí,
otra vez



lunes, marzo 11

Restauración



Locación: exteriores, día 1.

Cuatro tomas logran la escena.
Una de las cámaras se ubica por sobre los hombros, mira de espaldas, tomando a los dos. Doble protagonismo que incita a recurrir, en cada toma, a los dos en su anverso y reverso, espaldar y respaldo en primer plano. 
El escenario recoge cuatro puntos distintos, atrapados por lentes fijas, pero inquietas. 
La segunda cámara capta sólo uno de los movimientos que se dejan ver en el espacio delimitado.
Puede llegar a ser bastante engorroso proseguir con la descripción de cada uno de los enfoques, pero vamos a intentarlo.
La primera trabaja bajo el rótulo de Respaldo. Respaldo, en la escena aparece intermitente como toma central, logrando que el exterior quede representado tras "bambalinas". Esta situación no excluye la presentificación del exterior, lo cual queda interceptado por la tercera lente que toma el detrás de cámaras. La óptica que cierra la tríada, Espaldar, especulariza la visión de Respaldo, dando la impresión doble del protagonista y lo cual propone el diálogo entre ambas vistas. Tal como recién se menciona, la estructura dialógica de las visuales involucradas en la restauración de la escena principal, permite la vinculación directa entre los actores y la posición del espectador. 
En todo momento, las cámaras Uno y Tres, reconocen sentimientos, ansiedades e inquietudes de sus respectivos primeros planos. A los fines prácticos escópicos que sostienen el movimiento de las imágenes, Respaldo y Espaldar se activan en cada momento crucial y organizan la historia. 
La descripción más pertinente para la segunda cámara, antes presentada, contiene en sí misma la categoría que sustenta. En su lente percibe y detalla hasta la más ínfima variación del movimiento de la escena. Aunque itinerante en su forma, genera cada 3200 cuadros un recorrido en serie que posibilita establecer un patrón de los movimientos que se reiteran en los personajes. Más allá de esta particularidad, la cámara Dos, capta al unísono todas las alternancias de la densidad del aire, que en travelling constante, muestra al espectador las formas que se repiten a lo largo del encuentro.
Se cruza en el contorno del mapa trazado por las tres cámaras, un punto. En él coexisten, rechazándose, todo lo que escapa a la estructura ya detallada. Primera posición omnisciente que atestigua, escucha e induce el devenir natural de la escena. 
Nueva oportunidad para referir al tedio que producen las descripciones técnicas del desarrollo de la historia. No lo dudo, pero insisto.
Este cuarto elemento toma prestadas las imágenes expulsadas del campo visual de los otros tres. Queda por fuera, pero colige lo expulsado. Lo fuera de escena es capturado por esta cámara, pero tiene la pequeña singularidad de no estar ahí tampoco, y por suerte, en ningún momento se choca con las demás. Por suerte, porque destartalaría el esquema de entercruzamientos ópticos, lo que impediría aprovechar al máximo las tomas desde el exterior. Como puede observarse, Espaldar y Respaldo filman ambos, el exterior. El travelling de Dos, también; la cámara elemental, la que filma lo ausente, como es lógico, no está. Lo que hace que no deje de ser imprescindible para restaurar la escena.

Tras esta breve descripción, se dispone el escenario del siguiente modo:

Espaldar está alojada sobre un ventanal de cara al balcón, en un piso elevado de un departamento céntrico. 
Respaldo toma sus imágenes desde la baranda de protección que limita el balcón del vacío.
Ambas cámaras mantienen fija su posición, variando únicamente la apertura de enfoque de la lente.

Dos, inaugura la movilidad de las tomas, y permite al espectador detectar detalles de ambos protagonistas, lo que les puede servir para armar sus historias, aunque no lleguen a lograrlo, porque lo que escapa a Dos, es lo que puede ayudar a diluir las formas de la escena.

Restauración, toma lo imposible, y lo presentifica.

martes, marzo 5

Crónica de un alma


Cerrándose a su paso la tarde en el pasaje Jacarandá, aparece la calma cotidiana por entre los sauces que caen sobre todos los que miran expectantes un nuevo día terminar para renovarse una vez más. Desde la esquina donde empieza la hilera de los árboles, hasta la otra esquina donde se enfrentan haciendo de sus ramas una perfecta glorieta, enmarcan la calle y a sus paseantes con el mismo entusiasmo con el que echan al foráneo atreviéndose a entrar en ese otro mundo que tanto llama la atención. No hay comercios, aunque cuentan los vitalicios que en una época, allá cuando todo era blanco y negro y a rayas, hubo una escuelita y un almacén. Las historias son siempre las mismas; que la anécdota de la maestra, que el Braulio que la Mirta, y todo el arsenal de chismes y sentimientos cruzados que se erigieron desde que el ho..perdón, desde que la mujer habló. Igual para qué ir a meterse con aquéllo, si con sólo pasar por ahí ya el mismo susurro de los sauces dejarían caer al asfalto toda la carga de comentarios malibienhabidos de los que fueron testigo más que privilegiados. Testigos sin quererlo, testigos sabiendo que lo son, testigos oculares, testiculares del rioba, actores y público singular, y si te he visto no me acuerdo, tumba llorona, atrio popular que nada guarda que nada asoma. Y eso que hasta asesinatos hubo en el pasaje Jacarandá. Sí, asesinatos, en plural, crímenes, esas cosas. Todos pasionales, ninguno por robar, ninguno por interés económico ni sicario de por medio ni nada pergeñado al azar. Todo de pura víscera, de sangre indomable, de lágrima y oscuridad.
Cercano a esos años donde las historias ya habían pasado, cerrado el almacén que nadie sabe con certeza si estuvo de verdad, porque dicen que después se mudaron y no los volvieron a ver; sin más escuela que la del centro de la ciudad, sin maestras solteronas jugando sus últimas fichas lastimosas a un amor imposible, destartaladas ante un amor salvador que le dé lo que nadie quiso nunca, siempre esperando la excepción que confirma la regla de que no hay excepción, confirmando a la vez la decepción de la regla de que no hay tal excepción. Y las glorias. Tantas lindas mañanas con ruido a rulemanes chispeando los domingos; los manchones de barro con el sello inconfundible de los gajos futboleros, algo descocidos, contra las paredes blancas de cal que entre risas dibujan las promesas de la lluvia que ya lo va a limpiar. Por esas épocas ocurrieron los sinsabores que obsequiaron su fama al pasaje Jacarandá.
Reviendo los titulares de la época se pueden encontrar semanas enteras de acontecimientos que mantuvieron en vilo durante años a los vecinos y a la federal con sus calificados detectives, que por más intentos llenos de buenas intenciones, no pudieron descifrar nunca de qué se trataba.
La única información que trascendió, así medio a escondidas, fue que esa cuadra guardaba entre sus esquinas algo más real que la realidad misma. Algo así como una magia, o no, más bien una fuerza extranjera y opuesta a todo lo terrenal, que lograba convertir a los feligreses en simples almas conquistadas para resistir ellos mismos su propio olvido. Y así, cada uno que entraba sin quererlo pasaba a formar parte de esa fuerza que buscaba mantener llameante el recuerdo de las mañanas de domingo y las tardes calmas que hoy ya no están.