viernes, agosto 31

fin de estación

..Y cómo tus brazos no desear 
diciéndome amor,
no llores más, amor.
Abrázame y ven,
que la noche para eso hecha está.
Y el día, mientras duerme 
espera el suyo de mañana
soñando al de ayer..


martes, agosto 28

-la cuarta-


¡Qué me van a hablar a mí de eso! Si en el barrio, el único que logró lo que todos querían fui yo. Y sí, tantas mañanas de compartir con la gente, tanto pebete que se animaba pánfilo a torearme; todos se creían que yo lo disfrutaba, y bueno…un poco sí, a fin de cuentas la mayoría de las gentes lo hacían con respeto y admiración. Lo que te decía antes, querido ¿quién te parece que puede llegar a ser el tango hoy por hoy? Y claro! Hoy ya no queda ninguno de los que estábamos en la típica de ahí de Boedo de aquella época. Nosotros íbamos, armábamos todo en dos patadas y tocábamos en cualquier tugurio ¡Pero qué más daba! Nosotros queríamos tocar, no cómo los tirifilos esos de la peña donde se apiñaban todos los cajetillas del barrio. Se la daban de poetas, escultores, músicos ¡Músicos! Música sólo en dos por cuatro ¡Poetas! Pero por favor…Cadícamo era poeta ¿estos? Venían con el bodeler bajo el brazo, o con váquer, véquer, o como sea, con esas rimas..todos de afuera, y encima andaban a los simbronazos con los del Centro ¿Vos escuchaste pibe la queja de este fuelle? Éste no se queja de lleno, eh..Aunque te digo la verdad, vos que me estás escuchando (¿esto no sale en la entrevista, no?) a esta altura ya estoy medio hinchado las guindas, pa ser finolis..y sí, qué querés que te diga che? Ojo, que yo de arrabalero la pasé bien, preguntále a la Mirta si no… Si la Mirta estuviera pa contarles algo de aquéllo, de lo que fue todo el camino y las broncas que costó que el arrabal me dejara…y me dejó. Me dejó tirao como un tirifilo, penando por los umbrales, igual que la Mirta…
La que sí lo disfrutó fue La vieja. No sabés qué emoción la primera vez que la llevé a la típica, chocha andaba. Yo ahí le dije, viejita, qué tema quiere que le dedique, y ahí nomás le tocamos Adiós Pampa mía. ¡Qué manera de piantársele los lagrimone! Aunque siempre quiso que el nene sea médico, como el tío Albertino; o contador como el flaco Schevantti no, perdón, ese era el Carusito. Pero ¡cómo le daban al bandoneón esos dos! Igual, siempre renegué de todo aquello, y a la vieja no le quedó otra más que acetarlo. Nunca me lo dijo, pero más que seguro estoy que siempre fue orgullosa de mí, y se fue al jonca sin poder decirmeló…pobre viejita.

jueves, agosto 23

-la tercera-


…Y lo aplastó el arrabal.
Sí, si yo lo conocí al Negrito, con todo su entusiasmo de jilguero melanco; y la alegría de un  gran domador. No había domingo que, a la mañana temprano, no se fuera para la plaza de ahí atrás de los corrales de la avenida Santareta a tocar uno y otro y otro tango por entre los ligustres mal cortados acompañando los soles tibios, doblemente tibios, de los domingos de septiembre, mientras que en su corazón se pasaba revista a todas las emociones y malarias que lo arrastraron a componer. ¡Qué delicia de melodías! Se calzaba el fuelle en el regazo como una servilleta de satén, lo miraba y desafiaba entre dientes…y éste ni enterado, che.. Pero se amancebaba taciturno frente a tamaña presencia, quejándose de lo lindo y sabiendo responder a las bocanadas cortitas y firmes de aire que le entraban al galope. Ojo, tampoco era ningún virtuoso, nunca lo vi firuletear de más. ¡La cantidad de purretes que querían seguirle en tranco! Domingo tras domingo, ahí en la plaza, en cualquiera de todos los canteros que siempre andaban disponibles, no sólo se le iban en guapo, sino que hasta le alcanzaban, y además lo pasaban volando y todo, pero no había uno que sonara mejor. Los mocosos se perdían en sus propias mañas y berretines, y solitos se iban sin que los echara nadie. Hubo uno, el Carusito. Fue el único que más cerca le picó. Lindo contrapunto se había armado aquél domingo 22. La gente aplaudió como nunca, y hasta el Negrito se paró a saludarlo después, cosa que nunca. Y lo felicitó. Con vos firme y engrapada le dijo un afectuoso, pibe, te va a ir bien a vos con esto. A lo que le devolvió una tímida sonrisa de admiración. Para el pibe, su música era la vida… perdón; su vida era la música, y el tango, tangazo, tangarín lo había manyado de siempre y lo llevaba a flor de piel. 
Si no me equivoco hoy ya grande el Carusito se mudó, casado y con tres hijos, ahora es contador.
Son vueltas..qué se le va a hacer.

miércoles, agosto 22

-la segunda-


Tantas rosas que guardaba
frescas, incautas en su querer
con voz ronca y espanto
atesoró de todas esas, una.

Y qué me dicen de las broncas cuando cantan
qué de la siembra en un pálido lunar
si no hay tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la muerte
amándola y después callar.

En su aliento una rosa le escondía
para en noches de sábana y soledad
acariciar la escarlata de su espalda
de sus ruegos, de sus mañas
y de aquel lunar.

A quien diga que las penas no acompañan
o quien pueda de estas cosas no contar
que busque maleza entre sus palmas
que se entregue,
o sólo respire,
hasta quizá se salve de no decir más.

Una rosa guardaba
fresca, incauta en su querer
con voz ronca y espanto
sólo foto de esa flor guardó.
No por ser pena en crudo de matanza,
inquina entre suspiros,
la foto se esfumó.

Y qué me dicen de las broncas cuando cantan
qué de la siembra en un pálido lunar
si no hay tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la muerte
callándola
después de amar.

martes, agosto 21

Puro guapo el Negrito -la primera-


Ilustres baluartes de la música nacional, y popular, cruzaron las callecitas del barrio que, entre esperanzas y desolaciones atravesaron cuanta historia les fue posible. Tanto tango, tanta canción, tanta mancha en el callejón, y algún que otro acurrucado pensando en aquella rubia que lontano lo dejó.

Muchas calles, testigos privilegiados de cuanto borracho bonachón las pisara, de sus penas, de sus ganas y sus espantos; cuánto niño por ahí jugando con pelotas de colores de lo más sencillos, y sus trifulcas; las doñas con la bolsa de las compras, con sus compras adentro y unos cuantos suspiros de almacén.

Asusta a veces pensar en todas las hazañas de los cotidianos, de los foráneos, de los que pasaron y no conocieron qué es eso tan atractivo que mantiene a la gente despierta, con ganas de baldear la vereda un rato para charlar con la vecina, para lavar el auto, o sólo para salir a respirar el mezcladito de humedad con los jacarandases crecidos bien juntos, uno pegadito al otro en cada cuadra, una y cada una de las que vio crecer y crecer a uno de los amigos más amigos de la historia del barrio. ¡Qué personaje tan notable y noble el Negrito! ¡Qué corazón pleno en diferencias pequeñas con el del resto!

jueves, agosto 16

al tercado


Eso fue un no rotundo, severo, tajante aunque llamativo en el brillo de su decisión. Mientras tanto lo mantuvimos en reserva, a él, que si sabía de lo otro íbamos a estar en un más que seguro problemón.
¿Cómo puede ser que hoy en día siga igual? Nos preguntamos una y otra vez ante semejante firmeza. 
Pero che, no seas necio, querés!
 y seguía terco como mula terca, como tornillo sin control ni tornillero..

miércoles, agosto 15

Ladrón de ocasión


Todo crimen da inicio con aquella contingencia que lo insita. Podría decirse, pero no. Todo buen crimen, y no escatimo en pronuciarlo asesinato, se debe valer justamente por lo que a otro eso le vale.
La ocasión no hace al robón, como se cree, o como dicen creer. 
No es el caso.
Las llaves colgando del lado de afuera de la puerta invitaban a cualquier alma, a cualquiera, a no desaprovechar la gran chance presentada. Grande para unos pocos, sólo ocasión para otros tantos. ¿Qué hay cruzando la puerta? Caserón con patio y helechos, y una viuda indefensa que nadie reclamaría después, ni siquiera los diarios. No sería más que entrar, asustarla un poco, hacer unos pesos y salir a reventarlos. Ojo, que también habría que hacerlo con cautela y no dejando nudos desatados. Todos estos datos los tengo justamente porque soy del barrio, y un paso en falso no haría más que catapultarme a un tour guiado por los calabozos. No era lo que quería. Si al fin y al cabo, soy inocente. Mucho más ahora. ¿Y si la vieja se defendía? No vaya a ser cosa que tenga que rematarla de un hachazo, pensé. No, la situación era fácil. Entrar, engatuzarla con mi interés  y cuando se distrajera, pumba, unos pesos, unas joyas, y afuera. Mientras tanto, la decisión era la más centrada. ¡Vengan llaves! no vaya a ser cosa que algún delincuente de poca monta las viera también y se abalanzara sobre mi objetivo. Es por su bien, señora, me dije por lo bajo, y las llaves estaban ya en mi poder. Otra opción era esperar a que no haya nadie en la casa, pero entre nosotros, a cuántos lados podría llegar a moverse por su cuenta. Si se iba a algún lado es porque no estaba sola, y si no estaba sola iba a hacerse todo más difícil. Ay, cómo no lo pensé antes. Vamos a hacer las cosas bien. Estoy planeando un crimen, carajo. ¡No, cómo va a ser un crimen?! Sólo quiero aprovechar el cómo de las circunstancias y salir beneficiado con algo. Si sólo me correspondiera...es que me corresponde. Yo pasé por ahí, en ese momento. Punto y aparte. No hay más qué hablar. Esperaré que se vaya a dormir, entro, busco algo, aunque sea algo de valor, le dejo las llaves y me rajo. Encima que le devuelvo las llaves ¡qué más quiere!

martes, agosto 14

eso del queruaqueo

eso del queruaqueo, y su estudio arduo; sus intimaciones con los horarios, las caras se difunden y estallan entre mil comentarios que irán a descansar por sobre la falda de una sincera muchacha extraviada en copas de vino, pero de cristal. Siempre queda algún deshinibido que no tiene historia en contarle sus aventuras a una columna, aunque ella no tenga la culpa, el curda se la agarró y no la suelta. Y otra no queda. Son raros los personajes que andan dando vueltas de noche en noche. Las siluetas no se arman del todo hasta que sólo no importa que sean completas. Pero sí las tristezas. Se exasperan. Contorsionan; y se crispan. Tampoco nos hagamos los desentendidos muchachos, si uno está hecho un poco de todo eso, también. Ahí justo cuando empieza a molestar un poco el clima del ambiente; cuando te deja de frente al cambio brusco de los diversos ánimos; cuando te deja, bah..para qué decir una cosa por otra, te deja y te suelta la mano. ¿Quedás solo queruaquiando? No. Otra noche distinta te llama más tarde y aunque él atendería sin problema, yo prefiero dejar perdida la llamada y quedarme con otra historia.

lunes, agosto 13

poeta peregrino


Con qué delicadeza despertó asomando su aire de peregrino alegre a la ventana de aquel bodegón en el que se instaló. Sagaz y despreocupado, la buenaventura de este soñador le hizo repetir tantas veces como le fue necesario el encanto de sus coplas mañaneras y saltarinas, y así lograr alcanzar la meta que se propuso aquel 3 de marzo en que se dio cuenta a qué había venido al mundo. El tipo era un poeta, y como tal, soñaba de las maneras más sencillas los caminos que iría a tomar. Uno de aquéllos que saben decir aunque no sepan qué; le procuraba un orden legítimo a la belleza, pegadito justo a su arte, juntito a su sentimiento tan grande como el mar.

sábado, agosto 11

como venecitas en la pared


Poquito a poco fue completando ese mosaico, pieza a piecita, azulejo por azulejo, como si de un rompecabezas se tratase. A medida que avanzaba con lo que pretendía ser un dibujo, la forma, la maravillosa forma que adquiría era de lo más extraña. Bastaba que se perfilara hacia lo definido de alguna representación coloquial para que volviera a mutar en su contorno, así como también en sus modos de decir con eso. Encandilaban los colores también. ¡Oh qué bellos colores se pintaban por entre el trasluz que la transparencia de los azulejos convidaba! A la vez que cambiantes, tomaban en su haz una parva de partículas de lo más diminutas jugando a ser otra cosa. Bastaba que se diera cuenta sobre qué estaba diciendo para nuevamente volver a tornarse lo otro, siempre lo otro. Ya que en su afán por restaurar esa pared, apeló sólo al sentimiento que el color le revelaba, pasando por toda la gama de la paleta que permitían los azulejos, partidos, algunos pulverizados; otros en toscos pedazos, y hasta algunos inventados. Lo divertido de esas venezas apiladas al costado del cemento que las pega contra la pared, los cerámicos rotos, quebrados adrede, armó la trama y no porque sí. Porque cada cual irá al lugar que más le venga en gana, algunos volviéndose locos, otros más cautos. Y... no se vuelve loco quien quiere arrimó tímidamente antes de finalizar su jornada; no se vuelve loco quien quiere, pero un poquito de eso no nos vendría mal, concluyó con el suspiro de una indignada seguridad de que nadie lo entendería en aquel momento, justo cuando terminó…

miércoles, agosto 8

andante tranquilo

...el tipo conoce la capital, y la conoce de punta a punta, la conoce de punto y coma y de punta en blanco, y hasta por ahí nomás; pero que la conoce no hay quien pueda dudarlo; si el tipo la conoce tanto es porque la camina, y la caminó y la seguirá caminando otro poco más, sin cansarse y sin abandonar su tranco,
 y todo porque el tipo es un caminante.

lunes, agosto 6

Clin! Carta: agosto correspondiente


Buenos Aires, 6 de agosto de 2012

A Diego 
(la a es de amigo)

           Es tal cual vos lo dijiste. Andamos paveando en la cornisa, sin temor a resbalar; con temor a resbalar; sin pruritos que filtren lo que escribimos, aunque también lo hacemos con bastantes de esos, y de los otros, y de cada una de las cosas que vamos teniendo a nuestro alcance para algo ir a contar. ¿Será como cocinar, acaso? Algo así como abrir la alacena y ver quiai para arremeter contra la olla, como si de eso uno supiera, como si la esencia del potente tuco que guarda tres o cuatro secretos de familia no te invitara a descubrirlo en cada padalareada, en cada pancito que mandás derecho a la olla, la de barro. ¡Y claro! Si sólo lo haces para escuchar el reto severo de la mano armada en delantal y cuchara de madera, que no hace más que anunciar la esperada amenaza: ¡No che, que se corta la salsa! y la risa, siempre la risa. Esto de cocinar es un poco así: un poco de ingredientes, otro poco de palabras, que hasta no hacerlas llegar a su punto, quedan nada más que palabras, siempre palabras. Eso sí, que si las cocinamos con entusiasmo es nada más por evitar que se cuelen y diluyan por la rejilla de la pileta. Porque también, hay palabras y palabras.
Es tontear sobre el abismo te figuraste a esto del oficio de escribir, precisamente, bordeando el orificio que invita a aventarse, aventurárse por ese agujero que buscamos rellenar todo el tiempo, con palabras ¡como si eso se pudiera! algo de eso seguro que sí. Es evitar que se diluyan, del todo; o que queden muy puras. Me encuentro a lo largo de cada recorrido millones de agujeros atiborrados de cosas con mucho sentido y ahí es cuando me siento a esperar que aquélla nube algo oscura, como de tormenta poco amiga, se disipe un poco en su mismo decir, atento a que algo de aquello, en algún momento, pase a otra cosa.
No se me hace extraño que en la costa europea que te acompaña hoy, o que aquí en la rivera del Plata, un gran puente quede armado de esas otras cosas que cada tanto la palabra deja escurrir.
Desde acá, hoy los puntos de partida se pluralizan y se hacen completamente equívocos, se tornan graciosos, chisporroteros e inquietos, y cuando no, te dejan en orsai esperando que el laiman levante la bandera, pero sin pedirlo..
..y la risa, siempre la risa


miércoles, agosto 1

Clin! Carta: desde las iberias


Santiago de Compostela, 1 de agosto de 2012


Chisporroteros:

Uno escribe, habitualmente, como ritual que lo sujeta a una rutina. Podría decirse que uno escribe, entonces, a modo de bálsamo. Como si las palabras fuesen damas de compañía que hacen que todo sea más ameno.
O bien uno tiene que escribir para la facultad, o para algún periódico local o, simplemente, para uno mismo. Pero cuando te piden que escribas para colaborar en el proyecto de un amigo, eso adquiere otro calibre.
Buenos Aires ha sido el lugar donde hallé los cimientos de mis primeros sueños y, allí, comencé a chisporrotear. En el rincón más cálido de la infancia, en el fondo de los cajones, debajo de una pila de revistas, detrás de unas cuantas fotografías ajadas.
Entonces, ni él ni yo sabíamos que esto de las palabras era un viaje de ida. Ninguno de los dos sabíamos que, a través de las palabras, uno llega a lugares de los cuales solo puede regresar a fuerza de traicionarse.
¿Qué es escribir? ¿Qué es leer? Extendida es la opinión, entre algunos entendidos, de que uno lee para escribir, lee para construir una problemática, para perderse y terminar váyase a saber dónde. Por lo tanto, no demos respuestas, ni mucho menos pretendamos tener la osadía de encontrarlas. Porque, las respuestas son muros que se erigen en mitad de la contienda, muros en mitad del intento.
Hagamos, en cambio, preguntas. Las personas más singulares salvan cantidad de preguntas simples y complejas. Hagámoslo mucho, hagámoslo sin miedo. Escuchemos a Crevel, ningún atrevimiento es fatal.
 Puede que no recuperemos esas tardes de nuestra juventud nunca más. Puede que no recuperemos los años. Pero puede que encontremos allí, en lo que ya ocurrió, nostalgia de nuestro presente. Imaginemos, entonces, que uno lee un libro como quien lee un prospecto. Uno pasa la mirada por las palabras intentando sostenerse, leyendo las páginas como quien se aferra a la barandilla de un balcón deteriorado. Pues la literatura es eso. Es precipitarse. Es tontear con el abismo sin paracaídas. Es disfrutar del viaje