Ahí va a sus anchas
tranco arranca de cuajo
raíces echando tierra a los lados
Asustado al yuyaral lo arrojó,
su entusiasmo de ganado
parco y bravo
de puro pardo, el zambo, lo guapió.
Asomó al final sus glorias
y echó a llorar.
Correteó sus tristezas
pero descansó,
buscando asilo a lo gaucho
haciendo de compradito
y sentimental.
Curtidas las manos al fuego hiriente del sol
tras cicatrices de escarcha y madrugadas
y hambres y heladas;
su alazán, negro como la noche
siempre lo siguió.
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