domingo, agosto 4

«Nunca debería uno curarse por completo de la pasión»



3 de agosto del dos mil y tantos

Una carta de perdón:

No fue por madrugar ni mucho menos, que la mañana recibió una súplica de amor en ese invierno pesado que asoló las manos que la vieron partir.
Hacía ya unos cuantos años que no se ocupaba de pensar en tantos anhelos que lo oscurecían hasta palmarse abrazando una rúbrica de pasiones olvidadas, mustias miradas de enero abandonadas a la buena del dios que ahí murió. No se lo hicieron saber sino hasta el otro día. Quizá al mes siguiente; quizá nunca, quién sabe..
El tema es que se fue, y yo la dejé ir como quien no espera que se vaya pronto. Porque en el fondo el amor no necesita hacerse ver en la locura, aunque sólo quede ahí, en lo que queda del recuerdo.
Como aquella noche en que la madrugada sorprendió a una golondrina cansada de migrar, cobijándola en los sinsabores de su pecho que nunca se había animado a hacerlo. Por pudor o por no interesarse de ello, la cosa es que en la madrugada de hoy voló para ir a acostarse a llorar las lágrimas de una causa que no estaba perdida, más bien agotada. Y será que de tanto insistir, las riendas se soltaron desde el vacío de los bostezos, y se llenaron de perdones inexistentes, de pasiones borroneadas, fugaces, simples y desalmadas, para sentir cómo se hizo chicle entre las piernas adormiladas, urgidas por ser alas y volar fuera de aquí.
Sin música, en ocres y bermellones, la noche se armó igual a las anteriores. Todas iguales a sí mismas buscando alguna culpa que rellenara comprensiva la reflexión apresurada en saber qué es lo que es enamorar. Más aún vivirlo.
El perdón no es por tanto; es por no poder decirlo de otra manera.
La madrugada en que te vi partir, se partió un instante a la vera de un grito fuera de armonía pero melódico, respetando el amor que alguna vez se soñó.
El desenfreno hará lo suyo, receloso y ríspido entrometerá un tono gris entre la noche ocre y bermellón.
Hasta cuando pueda ser

Una vez te quise amar.

Sinceramente, Julio.

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