¡Cuánta algarabía en estos días bolivianos! ¿Será por ese
algo? ¿Será por este o por aquel? Quizá simplemente sea y hasta ahí; ya no más.
Sucedió que todo se transformó en música; música en las paredes donde habito,
música de tambores y de danzas. Las morenadas en las calles fueron fulgor de
cielos chubascados que no pararon de rugir mientras la gente a merced del frío
y el agua siguió bailando como si fuese aquella tarde la última vez, en sus
trajes típicos, con todos sus culebrones a flor de piel. Y todo esto sonará a
bolero, y es que los boleros existen y yo los conocí aquí, en estos últimos días
bolivianos. Boleros de cinturas y matracas.
¡Entre tanta máscara y guirnalda resuenan a borbotones las sonrisas de los que bailan!
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