viernes, octubre 5

chacarera compañera

Era nomás cuestión de tiempo para que Merceditas diera finalmente con doña Eulogia Tapia; y llegó el tiempo, como debía ser, y dieron juntas. Ocurrió en el campo, como no podía ser de otra manera, y todas estas afirmaciones repetitivas no son en vano, si se trata de tal encuentro, de su puesta en común, de aquella nochecita de pampa y tinto. Se había juntado todo el pueblo, bebieron como peces, comieron mil asados; y cuando todos los primeros botones andaban desabrochados (se dice que hubo segundos y hasta terceros); el pampa tomó su guitarra y las estrellas como espuelas fueron fieles testigos de todas las tonadas que su voz arrojó. Hasta aquel entonces era una noche más, única; como todas esas noches: cierto es eso de que si se calla el cantor…
Los culebrones sucedían como era de esperarse; algunos mostraban los dientes cuando asechaban a su hembra, otros mostraron la faca; no pasó a mayores. Cuando la luna dio sombra al cerro y los niños agitados guardaron calma, aparecieron juntas, todo un acontecimiento inesperado. Se habían encontrado paseando; compartieron popularmente unas copas y despilfarraron anécdotas de llanto y miel. Así sin más, envalentonadas por las peripecias que la noche trae consigo, se largaron en caminata de tierra y alpargata hasta que, como suele suceder a menudo, vieron luz y entraron.
Merceditas y Eulogia Tapia bailaron chacareras hasta que se les rasgaron los vestidos, repiqueteando intensamente, agitando sus pañuelos. El folklore local se había inspirado en ellas casi por completo; aquella noche dieron cuenta del asunto. Las facas pasaron a manos de las mujeres campesinas, enervecidas hasta la médula por unos celos descomunales, y como para no estar así.. ustedes saben. Luego se amigaron con la situación, y bailaron.

Aquella noche no terminó jamás.

Aún se puede escuchar a lo lejos la alegría de tal encuentro. Los vasos nunca vacíos, los botones desabrochados, restos del asado en el mantel, brasas incandescentes, alaridos de una noche sin fin, en donde dieron juntas Merceditas y Eulogia Tapia.

El campo bailó chacarera.
El pueblo fue feliz, carnavaleando.

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