Sr. Gruñón, desde la mayor de las inocencias le pregunto
antes que nada ¿cuál sería el inconveniente al que se adosa el modo homónimo
con el que usted ha de llamarse? Ya que de empezar a desparramar los detalles
de su descargo no le encuentro más andanza que una gran bola de espejos en la
cual se va multiplicando su figura en distintas caricaturas a las que tilda, a
todas, de gruñón; además de tildarse y quedar perplejo frente al encuentro de
ese rasgo que desgrana frente a toda la platea y la popular. Siguiendo la
sinceridad de su recorrido lo invito a pensar en las mil maneras en que usted
se animaría a intentar el anhelado cambio de tonalidad y luego preguntarle:
¿por qué quisiera cambiar?
Si bien uno se arma el protagónico de su opereta, y a veces
queda a un costado como un árbol o un mayordomo berreta, la ficción –propia-
que se crea alrededor de las palmas posteriores a la actuación, justo cuando
caen las máscaras, los maquillajes, cuando el peso del terciopelo pone un punto
a esa ficción, inmediatamente ahí empieza la otra. Hasta quizá más teatral
todavía. Pero no es el caso, o sí. Sucede mi amigo que también me cuelgo por
las ramas, y hasta se dice que disparo pal lado de los tomates, pero son cosas
que se dicen, como se dice usted gruñón, y como se siente que el tema le late y
le late. Como también se dice y se muestra y se demuestra enroscado e inculpado
de cosas las cuales no puede manejar. Porque lo exceden, porque en los momentos
en que las gateras se abren, uno queda solo con su pingo remilgón bufando por
empezar a correr la coneja como un campeón. No es metáfora, pregúntele a Gardel
si no. Pero es justo ese momento, aquella ráfaga de centésimas cayendo una
encima de la otra, el que hace que uno se sincere con su soledad y haga de las
mil maravillas creando un enigma que resuelva otro enigma, o tan sólo desviando
el foco de la atención a lo que verdaderamente importa. Interróguese bien
interrogado, no tanto el qué, no tanto subrogado. Que la ficción se parte justo
en el lugar menos pensado.
Sr. Gruñón, yo le pregunto porque soy preguntón, que
si en ese modo usted se reconoce ¿cuál hay?;
Atte. Sr. Gruñón
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