miércoles, octubre 7

En la mesa de la ventana

Se me acercó. No pude hacer nada para evitarlo. Fue un momento en el que todo el bar quedó pasmado ante la inminente carga avanzando en dirección a donde estaba yo, cómodo, tranquilo, ensimismado en mi mesa; mi cucharita haciendo ruido contra el plato del pocillo, en un ritmo dislocado sin pruritos de ser sólo ruido. Me encaró. Arrastraba una larga pollera que lucía con gallardía y aplomo. Sus brazos atiborrados de sonajeras pulseras y un pañuelo en la cabeza delataban su intención. Arrimada ya al litoral que formaba mi mesa en el pasillo se apresuró a advertirme que no me iba a pedir plata, y casi sin poder objetarla, la gorda del café tomó mi taza y la leyó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te guardes tus ocurrencias!