viernes, abril 27
miércoles, abril 25
pastel de papas
No charlaron de nada. Pero se dijeron de todo.
viernes, abril 20
la casa del manco
Con el cuero forjado de antaño
martes, abril 17
remolón
El sueño finalmente había sido como la majada de aquel lugar. Un asombro que se nos presentó con todos sus trajes y sombreros aquella tarde noche. Creo que al principio éramos adolescentes; si; eso podría ser: adolescentes que espontáneamente se posaron en escenario cruel para desatar sus emociones y darle rosca a pasar aquella velada de fin de año divirtiéndose; lanzando risas en llamaradas continuas, expresiones sinceras y abrazos; miles de abrazos amigueros.
El tiempo y su devenir cambian. Nunca dejarán de hacerlo. Aquel nostálgico lugar era de nuestro conocimiento aunque sus pasillos mostraban quietud y soledad. Sólo un cuarto de maderas añejas. Sólo un par desconocidos, ebrios y malhumorados; que no pregonaron nada ni voltearon para mirar. La confusión, lo abrumador y el aburrimiento. Todo leudando a pasos agigantados. Todo en un vestíbulo azul. Laberíntico. Presuntuoso.
Luego un edén y el paisaje que se transforma bruscamente. Más hombres, más mujeres, más encuentros, más miradas, más que sí, más que no; pero siempre más. Algún extraño merodeando, alguna tarta de la abuela. Varios excesos y algunos abandonos.
Docenas de tipos habrán narrado ya sus sueños y nos habrán mentido a ojo abierto.
A ojo dubitativo.
A ojo cerrado.
Así ya no se puede mentir; sólo crear.
Y sonreír, como una jirafa, mostrando los dientes.
domingo, abril 15
la imaginación al cántaro
Y me iba a poner a hablar de los pajaritos verdiazulados que en años bisiestos se posan junto al cántaro pantanoso y entonan melodías de otras tierras. Aquellas tierras que transitan durante los otros momentos del año. Yo te juro que lo hacen… no por haberlos vistos, claro, pero lo sé, a secas. Volando han conocido latitudes asombrosas; y otras bandadas malhechoras que intimaron contra su despliegue frondoso y descontracturado.
Me iba a poner a hablar de la relación entre el otoño y la poesía; de cómo caen las hojas de las ramas en donde aquellos pajaritos veridazulados se habían posado años atrás, y que nunca vieron caer. Del agua en la pava humeante y de los pies con medias a pura trama de lana y algodón.
Pero que te voy a decir a vos, che… Si ando tan escaso de imaginación que no me alcanza ni para la paja de la madrugada… Habrá que volar alto, derribar muros y esquivar piedras. Habrá que situarse en el exactísimo punto en el que, bajo el cálido confort de un mullido almohadoncito en la mecedora; se pueda ver por la ventana, de refilón, a aquellos pájaros serafines verdiazulados, posándose en años bisiestos junto al cántaro pantanoso y entonando melodías de otras tierras...