Tomaba por Ayacucho hasta doblar al 100
con sus leguas demoradas
de otro tiempo siempre mejor.
Un día las nostalgias del paraíso se perdieron
y al otro rió tanto como brilló su voz.
Saben de las glorias los bacanes,
cañazo y compañero
como tímidos recuerdos
de alegrías y maldades,
andaban frescos ahora
con las horas de un adiós.
Dejó la esquina quieta y sin pisarla
la útlima vez que pasó por última vez por ahí,
para ya no volver.
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