miércoles, diciembre 5

el lunes sabe de su lunidad


Cientas de caras estampadas tras las ventanillas de los tantos coches andan por la avenida de las baldosas calientes un lunes por la tarde. Un lunes como éste; un lunes como aquél de 1904; o como aquél otro, tan lunes como el del 82, o como el del 50. Lunes, siempre lunes que repite en su lunidad la magia de no ser sino lunes. Como el de después de cualquier domingo, como el de cualquier mes. Tan sólo lunes y sanseacabó.
Las almas que circulan miran perdidas asomadas en toda su fachada de lunes pensativo, de los primeros calores pesados que siempre están viniendo, miran apesadumbradas y huyen al encuentro de las demás miradas, inquinas, latosas y expectantes, todas agolpadas en el traqueteo de un bondi lleno; en la cerrazón de un auto atrapado entre la densidad de un aire denso que no le importan ni las ventanillas bajas del todo; o simple y calurosamente a pata, como quien dice mal y pronto.
Lunes de luna lunera, lunita lunata, lunes de luna alunada buscando dejar de ser sol del lunes para próximamente volverse lunes nuevamente, quizá escuchando a un tal Natalio Ruiz que revolea  sombreritos al asfalto de árida tierra gris mientras piensa en esa casa con diez pinos al sur de la ciudad que lo espera. Cosas de lunes.
Es entonces cuando de pronto el aire se abre en su espesor y la presión, temperatura, humedad, luz, color, gusto y demases pequeñeces claman su presencia por entre todos. Bichos que andan reptando sueltos por las paredes dejan de hacerlo; los apretujones, los agolpes que surcan los cielos, también de cemento, se detienen por un instante.  ¡Vaya momento! Un semáforo hace de excusa dejándolos encontrarse y aunque ellos se esfuerzan por desviarse las miradas, no pueden.  Por un momento quedan vacíos los pensamientos de los dos. Todas sus fuerzas, entusiasmos y sus alegrías aparecen apoyando ese encuentro. ¡Vaya momento! Eterno en toda su profundidad, minuto exagerado que no se corta sino hasta la plenitud de sus segundos, hasta la consumación de su acto horario, hasta que pasa. Fue justo ahí cuando el semáforo, casi transpirando por no querer cambiar a verde jamás nunca jamás, para que esas miradas se queden quietas ahí donde están, parte del paisaje, parte de todos que las ignoran, tan propias de otro día, de cualquier día, excepto lunes, día de las miradas perdidas, día hosco y ególatra. Pero no, justo cuando el semáforo, vencido por no querer irse de su rojo antilunes y casi al borde de desvanescerse en el color de esas miradas, justo en ese momento ellos se sonrieron, y siguió siendo lunes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te guardes tus ocurrencias!