sábado, diciembre 1

entrever

Palabras rápidas que no se suceden, palabras que no esperan al siguiente renglón para decir entonces solo dicen y dicen que solo seguirán siendo si son pronunciadas por las malas lenguas, esas que tánto nos definen en código parrandero, aprendidas y dichas con balbuceos, gritos, dichas en el momento en el que ni el sol ni la luna pispean, en ese momento que ustedes saben y que esperemos que así sea pues no habrá chance sino de que sigan siendo y cambiarán la sonrisa cómplice por palabras aburridas como la que es “pendiente” cuando se refiere a algún asunto o “billetera” cuando no hay pa los críos, palabras que han sido pronunciadas tantas veces en tantos sentidos bajo tantas circunstancias encerrando tantos significados que de una buena vez deberían juntarse todas, encallar el buque en algún recoveco y gritarse a si mismas, entrometerse hasta la médula con sus esposas, hijos, tíos y amantes hasta molerse a piñas, generar un conventillo tan grande que ya nadie pueda entender nada de palabras, ni si quiera ellas, y seguir gritando hasta que después de la afonía enmudezcan y se miren con recelo como bestias salvajes, queriéndose arrancar el pellejo, desnudándose en ira y sean como son las buenas explosiones, eternas y efímeras, contradictorias, para que al fin la boca se cierre, los ojos se cierren, los sentidos se tomen el mismo buque en el que las palabras llegaron y llegue el despojo y entonces ya nadie tendrá nada para decir y solo restará amarnos.

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