Che, vos: vos, sí, que escuchás por ahí el rumor de que algo
más allá te convoca a convidar el tesoro que encontraste escondido en las
profundidades de una cueva perdida en el medio del Mediterráneo; o también
ustedes, que desde que crecieron pidieron a casi todo el mundo permiso. Vos,
por qué no te vas en tu tranquilidad a pregonar como un testigo de esos que
joden sin más tocando timbre y despertando al can. Vos, por qué no tomás la vía
del cencerro de oro doblado ya por el sol y enfriado por su humor desinteresado. Por qué, ¿por qué no te vas? Yo sé
por qué. Porque a cada momento un susurro entre las vecinas del barrio te
convoca; porque también en cada rincón en donde se necesita de tu atención te
dejan entrar y hasta se levantan el sombrero a tu paso. Porque les conviene. Porque,
entre nosotros, no sé si te toleran tanto como te hacen creer. A vos te digo,
que te esperé todo el año para que vengas en contadas gotas de verano, a vos te
digo, calor, no te dejes arrasar por los comentarios de inviernalistas
encubiertos en palita, balde y bronceador, y que en invierno envuelto en ínfulas
polares dicen sin siquiera sonreir, ¡qué frío! Y te llaman perjurándote su amor
incondicional; son ellos los que vivirían a medias tintas entre dieciocho y
veintiún grados todo el año. “No soy un tibio en esta historia”, dijo el poeta,
no habría por qué serlo.
Calor, más calor.
che vos! si si vos, que te gusta tanto el calor como el moscato, que no serás pintor pero sos buen garabato, a vos, que naciste un enero de ojotas y antiparras, tenga un gratísimo cumpleaños! Y que haiga tanto calor como lo ha soñado, abrazo!
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