miércoles, abril 3

la paradoja de Gudiño

Con cierto guiño leía a Gudiño, o a Kieffer, o a Eduardo, o a el Ed, como imagino que algunos amigos habrían de llamarle. Desconozco, no tuve ni la dicha ni la desgracia. Leía parte de sus conjeturas de aquella primer novela que vió luz y ojos ajenos.

A verdad decir, mucho no importan los aplausos o abucheos que tal novela cargó en sus hombros, no al menos en este decir que hoy saco a flamear entre charquitos de modorra y timoneros primerizos.

Las paradojas son espejos que encontramos en ciertos hechos de ciertas páginas de nuestras realidades. Al reflejarse se unifican. Así se pueden cantar, y hacerse entender.

En el relato, la esperanzada Flor de Irupé buscaba un hecho apasionante que le diera cosquillas por debajo de su único vestido y la arrancara a por su anhelo de canto y fama en las radios. Las reiteradas y repetidas inundaciones de su pueblo en provincia eran tirón primo. La pérdida de su casa de infancia a causa del torrente caudaloso fue catapulta. Se iba Irupé, se marchaba hacia Buenos Aires un buen día de 1967, donde no había inundaciones pues los ríos corrían por debajo del concreto.

Leí su historia una tarde de resolana, surcando los afluentes del Paraná en el Tigre. Aquella noche iba a llover y de hecho llovió. Aquella noche no existieron inundaciones ni nadie dijo adiós.

Casi de no creer las vespertinas noticias al día siguiente: la ciudad de los ríos por debajo del concreto había sido dinamitada en angustias y adioses por una arrasadora lluvia otoñal.

El charco de aquella lluvia me dio el espejo que refleja tal paradoja; que hoy les narro que hoy les canto, para hacerse entender.

1 comentario:

  1. Flor de Inundacion3 de abril de 2013, 23:59

    Y se vino con todo, por más lejos q me fui no le pude escapar a lo que le escapaba che...

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