jueves, abril 18

no no no


Hay amores, amores y amores. Unos aparecen de lo más timidones, entre comentario y comentario, mientras se encuentran a escondidas del mundo; otros en cambio, se los ve a plena luz en cualquier calle de los barrios; y los otros… y de los otros qué podría decirse más que invitar a vivirlos con la sensación profunda de que ése sea realmente el amor. No es que los otros no lo sean, no no no, simplemente que este último –por delimitar arbitrariamente una pequeña lista de amores y amores- este último se lleva las palmas de la desnudez del alma desvelada por palabras, tragos, música y algo así como contar albas y albas.
No hay qué poder decir de ese amor sin caer en las ansias de una búsqueda almidonada que atraviesa los estandartes de una belleza imaginada y pensada a cada vuelta de la esquina. No, no es eso. Tampoco un elogio a la mera suerte del alma gemela destinada a complementar esa parte que falta, esa que no es, y que en destiladas guirnaldas se diluye con el primer viento que la toca desprevenida desde atrás. No no no. Ella es la que habla todo lo que yo no. Él me completa con sus ocurrencias disparatadas y yo, y yo tan estructurada. Ella me hace notar lo que me falta. Él me hace ser, porque sin él no soy nada. No no no. El amor del que se habla acá, precisamente es aquél que no habla más que por lo que hace con esas miradas hipnotizadas, y lo que hace es crear. Crea un mundo paralelo y de frecuencias dispares, amplias y bien moduladas. Un mundo donde ni él ni ella piensan que algo de lo que hacen está bien o mal para ella o para él, porque se saben del amor y no andan con el chiquitaje de ir a afirmarlo a cada rato. Porque son esos: los momentos, fracciones de hora en la que se mudan de mundo, y se mudan de verdad, porque allí no hay palabras que les alcance. Es ahí cuando se trata de ese otro amor. No no no, una vez más en un intento de ir a gastar las palabras. No y tres veces no hasta encontrar ese amor que ya no repita más los amores que se repiten, una y otra vez en la misma sintonía. Se repiten hasta que dejan de hacerlo, o hasta que vuelven a repetir.
A veces no hay de esos amores tan lindos como el despistado, aquél que despreocupado, se sabe amor de entrada y los deja jugando como chanchos en el barro sin decirles nada. Ni les chista, ni molesta, ni pide perdón. Perdón, sólo disfrutaba sonriéndoles hasta que amanezca, y cuando te querés acordar ya estaban de unos amores que ni te cuento. Acodado el uno sobre la mesa destartalada de una cocina cualquiera, o por qué no, al borde de la cama donde terminan los pies con la sábana. ¡Se hacía el distraído! ¿Quién se lo va a creer?
Otros los ven aparecer con esa cautela de los que vienen sólo en las señales. Surge de los sonidos, infranqueables, barreras que no dejan ceder; otras veces, ya más comprometidas con las miradas, congelan los pensamientos pero no los actos; y otras, ni siquiera se llegan a ver, pero están, y mientras tanto divagan haciéndose pasar por alguno de los otros amores, cuando se hace aparecer pareciéndose a cualquiera de ellos, sin diferenciarse, quedan entregados a lo que en unos días

...pueda llegar a ser

con amor.

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