supiste mi nombre tantas veces
aquellas tardes de color café
como yo tus pausas,
encendidas, en llamas
mientras repetíamos
pavada tras pavada
hasta olvidar el momento
en que saliste de mis garras,
una y otra vez
al grito victorioso de:
¡soy yo quien se escapa!
para así volver a caer,
una y otra vez,
con ganas,
una vez,
con ganas,
y elegí perderme ahí,
otra vez
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