martes, diciembre 13

provincia

Aquellos años de Ayacucho vapuleando estancias enteras, ¡uiija! quién pudiera revivirlas.. Años en serio, viento en realidad y polvo mhijo, mucho polvo. Sabés por allá en Ayacucho no había mucho glamur, pero cómo sarandeábamos esos barriles de vid desdeñados y cuánto se lo añora a don Hermenegildo; toda una leyenda en esas tierras. Aunque yo más bien lo conocí cuando le pusieron el ´don´ y del gaucho bravo y sin madeja sólo quedaban un par de historias y su cuchillo e hierro. Lo había trabajado el mismo contaba, "ven, con estas manos". Ayacucho compadre.. te me fuiste del mapa en un parpadeo ¿dónde te metiste? Ahora en esta laguna de morondanga no tengo ni pa la yerba y a veces cuando cruje el estómago; porque es en serio que cruje eh, me hago baba con esas costillitas a la cruz de tus mediodías, tán ardientes..

Anoche oí un rugir que me sobresaltó. Como cuando Rayo vaticinaba ya un par de días antes que nadie lo iba a poder domar. Ese caballo era una bestia de espuelas inoxidables. Una buena tarde Cándido con mil cañas encima pergonó: - Y ahora van a ver como se hace, ingenuos. Dando tumbos se acercó a Rayo, que déjenme decirles: ni un pelo de zonzo; y a penas puso traste en lomo, el equino haciendo alarde de su fastuosidad lo dejó con dos costillas rotas y cuatro dedos mochos.

Estaba contándoles que oí un rugir que me sobresaltó, y en ese impulso miré por la ventana en vano, habiéndome confundido uno de esos carros modernos con la estanciera del viejo. Que salame.. Si ese motor hubiese escrito con el aceite que tiraba al piso, hubiera sido el Shekspier de los autos; pero para qué seguir fabulando...Con la estanciera aquella tarde lo levantamos a Cándido quien lleno e moretones pedía que lo agarren porque le iba a azotar al caballo.

Anécdota más, historia menos, Ayacucho hoy me volvió al corazón. Como esos mates interminables, y la risa de su gente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

No te guardes tus ocurrencias!