martes, diciembre 6

río adentro, al oeste del sur

Se dio por finalizada la trirelectura del querido Geno, otra vez, nunca menguante, creciente. Pianta lagrimón y te deja la boca perdiendo un troesma… No se si vuelve la esencia olvidadiza o solo se clava a la pared como fugitivo para no dejarla ver, pero no me acordaba ni dos alcornoques del final y estaba ahí justito en las antípodas cuando me emocioné y de paso como haciendo lugar en un subte de seis de la tarde me recordó porqué dí con él. Y se te empiezan a mezclar imágenes, y tenés a una junta mayúscula, tomándose una foto con el gallego del bazar expectante por el río que hace las veces de su voz hacia su madre. Esas madres galleguinas de azafrán en los delantales. Y otra en la que vuelve el forajido al almacén… cicatrices; tan reales. Me tiene en asombro perpetuo, como si toda mi historia pasara por su mirada. Que humorista, que escritor, ¡qué joder! Los halcones se cagaban de miedo cuando los desafiaba con sus observaciones. Renegau. Y así y todo le hace pito catalán a todo el mundo. Sabés... es un enamorado. (a masaibé). Desde ya. Pero hasta incluso un pasito mas: Un enamorado del estilo, de la letra, del placer y los refranes. (a masaibé). Del deseo, de la angustia. ¿Un porteño de ley? El porteño que a uno le gustaría ser. Un mezcladito de Isidoro Cañones con el loco que quemaba las guitarras, Chopin y Lacan.. por cortar arbitrariamente la lista. Y hasta Maxwell Smart también, pa que vamu andar cortando si el papel tiene más kilómetros que la 40. Después, que se yo.. Políticamente sagaz, no se comía una; aún después de un largos moscatos. Creo que lo empezaría de vuelta y no pasa muy seguido eso. Si; he de proclamar su prosa: - Che, ¿te le animás a geno?


A la memoria de don Eugenio "Geno" Díaz,
aquel cacho canalla y violento de la ciudad
que en su corazón cargó siempre un bazar de baratijas..


1 comentario:

  1. Laureano, el matadero8 de diciembre de 2011, 12:37

    Hace unos años volví a pasar por la esquina de Bragado y Oliden, después de mucho andar. No por haberme ido escapado de esa vieja harpía y la pobre de su hija es que no volví antes, pero uno nunca sabe cuándo el odio no lo está esperando a la vuelta e la cuadra. ¡Pucha que es ésta una historia para contar, eh! de cuando el chancho salvaje me atacó y me di cuenta que en el barrio ya no tenía lugar. ¿Qué será hoy de la cueva? ¿y el chancho, vivirá?

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