domingo, diciembre 25

puerto

Será entonces ese refugio el que finalmente de por concluido este momento de zozobras y entremeses. Aquel refugio fiel de aquella noche trunca en la que gritabas por quien sabe cuantos silencios dormidos en la estela de uno de los tantos crepúsculos, sobre esa proa desvencijada, cargada de insomnios y días salados.

Diste en el clavo justo a tiempo; ya no golpeabas las mesas de las tabernas con vasos malolientes ni fue la lengua la maldita excusa. Tu crisol de razas encajó la pieza perdida de un infinito rompecabezas en donde te viste melancólico pero risueño, perdido pero encontrado, lejos pero entre abrazos.

¡Genovés que bien te ves!

Después vendrían danzas que no fueron tarantelas, malevos en las esquinas y un catálogo de hijos bastardos: haciendo patria, sin dejar pasa un minuto, con un ojo en la nuca y el otro bien alto, en la frente.

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