miércoles, octubre 19

un relato, un olvido, una puerta

El incesante rugir de las ambulancias enfurecidas que sobrevuelan la avenida mientras todo calla y grita al mismo tiempo, como en una kermese de edificios oxidados, en búsqueda de algún esplendor perdido allá por los treinta y pico. No existíamos ni vos ni yo, ni muchos de los que conocemos; pero aunque no parezca, la ciudad tiene sus ojos y sus pulmoncitos tapados que ya solo se esconden susurrando un devenir.

Esos ojos nos cuentan.

Como contaron de aquel momento en el que Raúl plantó en seco a como veinte años de laburo anegreado y se fue a buscar ese dulce de leche que tanto le gustaba. Nadie ha sabido más de él. Siempre hay algunos que -dicen haberlo visto-, pero así como hay tantos otros que aseguran haberse sentado a masticar un buen pedazo de asado con cuero, al costadito de la ruta, con un sifón inconfundible y doce mil moscas revoloteandole el jopo.

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