miércoles, mayo 30

Compadrito y retacón


Seferino no paraba y le daba al vino cual borgoñón.
En la pista era divertido,
aunque no muy avispado p'al baile.
Con sus ojos tan negros y profundos como el azabache
aunque con mirada algo malvada, de chicuelo bonachón,
escudriñaba cada uno e los rincones que al salón asomaban.
Había dende él estaba siempre alguna niña enamorada
que lo seguía a sol y a sombra
por entre la marejada de polleras,
por entre la polvareda que levantaban.
El Seferino era compadrito y retacón,
no se andaba con vueltas, y mucho menos ante las mientes de las comadronas
que supieron del Seferino en sus años de juventud.
Güeso duro e roer, el Seferino no aflojaba,
andaba siempre de boleadora y facón. No era gaucho el Seferino,
pero lo aparentaba muy bien.
Un día la vio y cayó a los pies de esa majada en danza
cuando un pericón le bailó.
Yo andaba cerquita, 
no le perdía el tranco a la muchacha,
porque les confieso, ella me gustaba,
pero se la llevó,
y creo que naides más los vio.

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