domingo, noviembre 27
solo por ayer
jueves, noviembre 24
costumbres
Para ese entonces ya existían los devedé y los blú no se cuanto, los celulares con pantallas miniaturas y conexión global. Existían autos con computadoras adentro y asientos rasca espaldas. Sacapuntas automáticos, calentadores de agua de lungo saber, libros electrónicos que se leen cada vez que se corta la luz, lavarropas con radio y tevé, bicicletas que se pliegan, videoconferencias, cuadros abstractos, abstractísimos. Ferias de tecnología en video juegos, supermario mil, plaguíns, toneladas de música almacenadas en pequeñísimos dispositivos. Aparatos médicos de alta complejidad, submarinos monstruosos. Existían para ese entonces camas de agua, tibia, burbujeantes, aceleradores de partículas electromagnéticas, armas con las que uno muere de solo nombrarlas, televisores flaquiiitos flaquiitos, zapatillas saltimbanquis y robots en las mesas.
Pero a él le gustaba remolonear en su colchón y mirar al sol izarse entre los gomeros; escuchar programas de gomina y dos por cuatro en la vieja radio del nono y comprarle esos maravillosos alcauciles a la cholita de la esquina de su casa.
martes, noviembre 22
domingo, noviembre 20
infla que infla III
La única diferencia que podía haber entre ir caminando, o no, estaba en un punto nodal del recorrido. Cabe aclarar: el andar sobre el vehículo en nada garantizaba que la crueldad del destino no cayera entumecido sobre la coraza, corajuda ella, que había logrado construir previamente. Cualquier sentencia divina podía hacer que mi plan de esquive, porque no era más que una huida- o mejor dicho una completa evitación-, quede trunco en el intento. No podía pasar y caer nuevamente en las garras de aquella piraña que tanto me atrapaba.
Hubo días que pequé con ella sin culpa. Hubo días que hasta debí sobornarme para no caer. Otros…simplemente no pude contenerme.
jueves, noviembre 17
memorias
lunes, noviembre 14
Infla II
viernes, noviembre 11
once
Hoy se repite el once tantas veces como de lugar. Ahora ¿cuánto lugar hay para el once? Once lugares quizá, once lunares. La gente se vuelve loca prediciendo. Premoniciones. Y lo previo a las municiones son estas ganas de ser nueve, u ocho; u once, qué más da; si tan solo dejaran de repetirlo. El año entrante será con el doce y la gente xeneixe izará sueños de gloria. Algunos otros irán cual forajidos a robarle el sueño. Otros solo tendrán sueño. Uoooaa. Y otros soñarán. Y mil veces uno bosteza por la mañana, pero solo un bostezo es el que vale, y no es justamente el onceavo. Tampoco hay que andar tirando yesca al piso ¿no? El once es un lindo número, como dos hermanos palitos, II, miren. Si los vemos así -11- en cambio, parece que van marchando hacia algún rumbo desconocido. Como aquellos que guerreaban machacando junto a un estandarte. Y si parás dos puchos uno al lado del otro es como un once. Y caigo en que si no se termina este
(Renglón)
Habré evitado el once.
Pero lo mencioné, como lo habrán mencionado cientos de miles de millares de personas aunque… ¿Habrán tantas personas? Eso ya sería meterse en camisa de once varas. ¿Entienden? ¡Once varas!
Y la expresión circular que subyace en todo este menjunje de palabritas no nos canta ningún número, ni hace ninguna cuenta; solo rueda eternamente, por los confines de lo incierto, y alborota esa duda guarra, que se nos queda en la nariz como un moco, o como alguna otra palabra fea y trunca. Como ese once despistado. Como un piojo en todas nuestras cabezas: haciendo rancho.
Me acuerdo de una vez a mis once años que había pasado los diez y ya era grande. Me acuerdo ahora que soy chiquito y quizás no vuelva ahí. También me acuerdo de veranos colmados en verde, de aquella esperanza que renovaba sus voces en el eco fugaz del viento. Recuerdo ahora mientras la brisa entra silbando bajito por la ventana, haciendo sentir aquel tiempo nuevamente: aquellos helados de agua en palito. Palito y palito; son once. Otra vez. Y once veces más.
martes, noviembre 8
viernes, noviembre 4
rachas
Andábamos afilados: ni la crucifixión hubiera podido sacarnos de esa alegría constante, pilla como nunca antes y disparatada. Estabamos viendo de salir a vender empanadas y birras con un amigo. En eso apareció el Señor Chajucito y le dimos la bienvenida a todo el balbuceo – averiguando precios – dijimos. Chajucito afiló su garganta tapada de puchos – ¿a dónde quieren vender empanadas? – Arremetimos, claro -Conseguimos un proovedor, a dos mangos la tenemos hecha. Y calentita en las inmediaciones de recitales. Un silencio de momento se propagó en el cuartucho apoderándose de la situación. Seguimos – de algunos seleccionados previamente – Chajucito plantó tacón y sacó chapa,
- No, ni idea de este tipo de proovedor. ¡Yo busco materia prima, papá!
- Yo busco a mi prima cuando quedo de garpe....
- Y bue...
Chajucito se despidió amablemente. Nosotros que seguíamos afilados, conquistamos al mundo como Napoleón mil veces esa tarde entre alguna que otra charla perdida de primas cariñosas y gauchitas. Al otro día, había que agarrar la chata e ir a buscar las provisiones para el concierto del fin de semana siguiente, que había feriado y prometía bien.
martes, noviembre 1
por las deudas
Hoy sentí todo el día que las baldosas no estaban donde siempre,