lunes, noviembre 14

Infla II

¡Cómo me costó hacer que esas cubiertas quedaran listas para su inminente rodado! No es que me fuera a ir muy lejos, pero las dificultades que atravesaban el camino no se harían esperar, y en mi marcha lenta y perezosa, iba a implicar detenerme resignado en más de una oportunidad. Las cuadras eran pocas, de hecho, contadas no superaban las nueve. Sí, nueve cuadras de cemento tramposo se erigían a lo largo del recorrido. Que a dónde iba…no sabía con certeza, era un encuentro con alguien, no importa quién. Sólo algo era clave. No podía ir caminando, y las ruedas ya habían inflado. Idóneas a su cometido marcharon una tras la otra sin molestarse, y mi tranquilidad, aunque algo inquieta, estaba en su lugar: arriba de mi bicicleta. Todavía no sabía con lo que me iba a encontrar. Hay momentos decisivos que hacen a uno inflar el pecho de emoción y salir andando.

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