domingo, noviembre 20

infla que infla III

La única diferencia que podía haber entre ir caminando, o no, estaba en un punto nodal del recorrido. Cabe aclarar: el andar sobre el vehículo en nada garantizaba que la crueldad del destino no cayera entumecido sobre la coraza, corajuda ella, que había logrado construir previamente. Cualquier sentencia divina podía hacer que mi plan de esquive, porque no era más que una huida- o mejor dicho una completa evitación-, quede trunco en el intento. No podía pasar y caer nuevamente en las garras de aquella piraña que tanto me atrapaba.

Hubo días que pequé con ella sin culpa. Hubo días que hasta debí sobornarme para no caer. Otros…simplemente no pude contenerme.


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