jueves, junio 14

En su nombre


No por temor a callar fue que habló en su nombre. Sin decir de más, lo que dijo tuvo más valor por el sólo hecho de decirse, y por lo que después pasó, que en sí por lo que nos indicó.
A gestos agigantados, en todo el comedor del palacete anfitrión, el murmullo se hacía en cada plato cada vez más espeso; y en cada copa, más cruel. 
Pleno de vaticinios forzados, guirnaldas llenas de flores para algunos, chismes y zancadillas para los mismos; siempre el mismo obsecuente que con una mano se deshacía en halagos para con la tía Esther, y con la otra le hacía cruzdiablo.
Mientras nos distraíamos con el entusiasmo juvenil de los primitos. Estebitan, no te acerques tanto a la Marita, dejálos bruja, no ves que están jugando; y una serie de innumerables actos circenses que definían los encuentros semanales de la familia.
Hasta hoy. 
Sin darnos casi cuenta se levantó él, con sus cejas de jueves fatídico, su vozarrón engominado y el talante inquebrantable del dueño de la finca. Pero nada de eso.
Ya con sólo erguirse por entre los espectorantes y cohibidos comensales, sólo adelantando un guiño y carraspera acompañante, bastó para que temblaran las cubiertos de las fieras que domingo tras domingo cocoreaban las cuarenta de todo el mundo.
Él se levantó, y dijo: ¿Se pueden dejar de joder con Esther? 
Todos guardaron silencio..

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