lunes, junio 4


vuelvo sobre el reloj. Lo miré recién con desdén y estaba muy quieto sobre sus tres menos cuarto. 
Se erigía, acá a lo cerca, la torre y su redondísimo reloj por entre el cúmulo de cúpulas divisadas desde el ventanal del céntrico noveno piso.
Tres menos cuarto marca, y tanto no me importa que inclino la cabeza reposándola sobre mi derecha. 
Ahora sí, son las doce y media...y me asusté. Corregí la pose inmediatamente para que pasara del mediodía y, Uf Ahora sí, son las seis. De la tarde.
¡Linda hora para que sea de la tarde! 
Quedé con la sien pegada al hombro izquierdo y relojeé la torre nuevamente, 
y me gusta.

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