martes, junio 5

enamoradiza la poetiza


Corrió por el pasadizo la poetiza desquiciada, precavida que el petiso confundido, a sus garras alucinadas le escapaba.
A la vez que el petiso se fugaba, por el piso resonaba, trémula y cauta, la atenta vigilia de una curandera que su paso le incautó. La curandera no se andaba con vueltas, ya que al petiso, también buscaba.
El indeciso petiso fulguraba escurridizo, muy huidizo y sin pedir permiso, haciéndose paso al unísono que el muy enfermizo petiso satisfacía sus demandas de amor.
¡Y muy bien lo hizo el petiso! No quedó duda que una vez que la poetiza lo acorraló, deshaciéndolo en el pasillo, éste, al pastito la llevó. 
Acarreábala entusiasta, sigilozo y socarrón, deslizábase con gran arte, cual petiso aventurero, que su premio poseyó ¡Y qué se yo cuántas cosas tuvo que pasar nuestro petiso! 
Si la urticante curandera, cada vez que al petiso veía, levantaba la bandera de una dama vigilante, que a su paso nada había, ni emoción ni algarabía, que hasta a lo lejos se escuchaba, vaaamo bruja todavía! 
La curandera ante semejante comentario de mal talante, caso omiso hacía a lo que las voces decían, y el petiso tentado en el piso con sus dientes grandes al aire, desorbitado reía buscando asilo para sus ansias de infante. 
¡Y así lo hizo el petiso!
Sin ton ni son, a su bella poetiza escurridiza él buscó.¡Dáte prisa! ¡Dáte prisa! pequeña poetiza de atributos protuberantes, que entre las malezas de tus rizos, confundidos, centelleantes, procuraré de nuevo, ser de lo más errante.
Petiso petulante, tú y tus ínfulas de galante, no harán luego conmigo más que tu fugaz amante. No me importa aquéllo. Ya sean verdades, o sean engaños, petiso a tí te quiero, sólo por tu tamaño.

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