martes, agosto 14

eso del queruaqueo

eso del queruaqueo, y su estudio arduo; sus intimaciones con los horarios, las caras se difunden y estallan entre mil comentarios que irán a descansar por sobre la falda de una sincera muchacha extraviada en copas de vino, pero de cristal. Siempre queda algún deshinibido que no tiene historia en contarle sus aventuras a una columna, aunque ella no tenga la culpa, el curda se la agarró y no la suelta. Y otra no queda. Son raros los personajes que andan dando vueltas de noche en noche. Las siluetas no se arman del todo hasta que sólo no importa que sean completas. Pero sí las tristezas. Se exasperan. Contorsionan; y se crispan. Tampoco nos hagamos los desentendidos muchachos, si uno está hecho un poco de todo eso, también. Ahí justo cuando empieza a molestar un poco el clima del ambiente; cuando te deja de frente al cambio brusco de los diversos ánimos; cuando te deja, bah..para qué decir una cosa por otra, te deja y te suelta la mano. ¿Quedás solo queruaquiando? No. Otra noche distinta te llama más tarde y aunque él atendería sin problema, yo prefiero dejar perdida la llamada y quedarme con otra historia.

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