miércoles, agosto 1

Clin! Carta: desde las iberias


Santiago de Compostela, 1 de agosto de 2012


Chisporroteros:

Uno escribe, habitualmente, como ritual que lo sujeta a una rutina. Podría decirse que uno escribe, entonces, a modo de bálsamo. Como si las palabras fuesen damas de compañía que hacen que todo sea más ameno.
O bien uno tiene que escribir para la facultad, o para algún periódico local o, simplemente, para uno mismo. Pero cuando te piden que escribas para colaborar en el proyecto de un amigo, eso adquiere otro calibre.
Buenos Aires ha sido el lugar donde hallé los cimientos de mis primeros sueños y, allí, comencé a chisporrotear. En el rincón más cálido de la infancia, en el fondo de los cajones, debajo de una pila de revistas, detrás de unas cuantas fotografías ajadas.
Entonces, ni él ni yo sabíamos que esto de las palabras era un viaje de ida. Ninguno de los dos sabíamos que, a través de las palabras, uno llega a lugares de los cuales solo puede regresar a fuerza de traicionarse.
¿Qué es escribir? ¿Qué es leer? Extendida es la opinión, entre algunos entendidos, de que uno lee para escribir, lee para construir una problemática, para perderse y terminar váyase a saber dónde. Por lo tanto, no demos respuestas, ni mucho menos pretendamos tener la osadía de encontrarlas. Porque, las respuestas son muros que se erigen en mitad de la contienda, muros en mitad del intento.
Hagamos, en cambio, preguntas. Las personas más singulares salvan cantidad de preguntas simples y complejas. Hagámoslo mucho, hagámoslo sin miedo. Escuchemos a Crevel, ningún atrevimiento es fatal.
 Puede que no recuperemos esas tardes de nuestra juventud nunca más. Puede que no recuperemos los años. Pero puede que encontremos allí, en lo que ya ocurrió, nostalgia de nuestro presente. Imaginemos, entonces, que uno lee un libro como quien lee un prospecto. Uno pasa la mirada por las palabras intentando sostenerse, leyendo las páginas como quien se aferra a la barandilla de un balcón deteriorado. Pues la literatura es eso. Es precipitarse. Es tontear con el abismo sin paracaídas. Es disfrutar del viaje

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