Tantas rosas que
guardaba
frescas,
incautas en su querer
con voz ronca y
espanto
atesoró de todas
esas, una.
Y qué me dicen
de las broncas cuando cantan
qué de la
siembra en un pálido lunar
si no hay
tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la
muerte
amándola y después
callar.
En su aliento
una rosa le escondía
para en noches
de sábana y soledad
acariciar la
escarlata de su espalda
de sus ruegos,
de sus mañas
y de aquel
lunar.
A quien diga que
las penas no acompañan
o quien pueda de
estas cosas no contar
que busque
maleza entre sus palmas
que se entregue,
o sólo respire,
hasta quizá se salve
de no decir más.
Una rosa
guardaba
fresca, incauta
en su querer
con voz ronca y
espanto
sólo foto de esa
flor guardó.
No por ser pena en crudo de matanza,
inquina entre suspiros,
la
foto se esfumó.
Y qué me dicen
de las broncas cuando cantan
qué de la
siembra en un pálido lunar
si no hay
tormenta dejándolos de a saltos
al momento de la
muerte
callándola
después de amar.
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