martes, agosto 28

-la cuarta-


¡Qué me van a hablar a mí de eso! Si en el barrio, el único que logró lo que todos querían fui yo. Y sí, tantas mañanas de compartir con la gente, tanto pebete que se animaba pánfilo a torearme; todos se creían que yo lo disfrutaba, y bueno…un poco sí, a fin de cuentas la mayoría de las gentes lo hacían con respeto y admiración. Lo que te decía antes, querido ¿quién te parece que puede llegar a ser el tango hoy por hoy? Y claro! Hoy ya no queda ninguno de los que estábamos en la típica de ahí de Boedo de aquella época. Nosotros íbamos, armábamos todo en dos patadas y tocábamos en cualquier tugurio ¡Pero qué más daba! Nosotros queríamos tocar, no cómo los tirifilos esos de la peña donde se apiñaban todos los cajetillas del barrio. Se la daban de poetas, escultores, músicos ¡Músicos! Música sólo en dos por cuatro ¡Poetas! Pero por favor…Cadícamo era poeta ¿estos? Venían con el bodeler bajo el brazo, o con váquer, véquer, o como sea, con esas rimas..todos de afuera, y encima andaban a los simbronazos con los del Centro ¿Vos escuchaste pibe la queja de este fuelle? Éste no se queja de lleno, eh..Aunque te digo la verdad, vos que me estás escuchando (¿esto no sale en la entrevista, no?) a esta altura ya estoy medio hinchado las guindas, pa ser finolis..y sí, qué querés que te diga che? Ojo, que yo de arrabalero la pasé bien, preguntále a la Mirta si no… Si la Mirta estuviera pa contarles algo de aquéllo, de lo que fue todo el camino y las broncas que costó que el arrabal me dejara…y me dejó. Me dejó tirao como un tirifilo, penando por los umbrales, igual que la Mirta…
La que sí lo disfrutó fue La vieja. No sabés qué emoción la primera vez que la llevé a la típica, chocha andaba. Yo ahí le dije, viejita, qué tema quiere que le dedique, y ahí nomás le tocamos Adiós Pampa mía. ¡Qué manera de piantársele los lagrimone! Aunque siempre quiso que el nene sea médico, como el tío Albertino; o contador como el flaco Schevantti no, perdón, ese era el Carusito. Pero ¡cómo le daban al bandoneón esos dos! Igual, siempre renegué de todo aquello, y a la vieja no le quedó otra más que acetarlo. Nunca me lo dijo, pero más que seguro estoy que siempre fue orgullosa de mí, y se fue al jonca sin poder decirmeló…pobre viejita.

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