Ilustres
baluartes de la música nacional, y popular, cruzaron las callecitas del barrio
que, entre esperanzas y desolaciones atravesaron cuanta historia les fue
posible. Tanto tango, tanta canción, tanta mancha en el callejón, y algún que
otro acurrucado pensando en aquella rubia que lontano lo dejó.
Muchas
calles, testigos privilegiados de cuanto borracho bonachón las pisara, de sus
penas, de sus ganas y sus espantos; cuánto niño por ahí jugando con pelotas de
colores de lo más sencillos, y sus trifulcas; las doñas con la bolsa de las
compras, con sus compras adentro y unos cuantos suspiros de almacén.
Asusta
a veces pensar en todas las hazañas de los cotidianos, de los foráneos, de los
que pasaron y no conocieron qué es eso tan atractivo que mantiene a la gente
despierta, con ganas de baldear la vereda un rato para charlar con la vecina,
para lavar el auto, o sólo para salir a respirar el mezcladito de humedad con
los jacarandases crecidos bien juntos, uno pegadito al otro en cada cuadra, una
y cada una de las que vio crecer y crecer a uno de los amigos más amigos de la
historia del barrio. ¡Qué personaje tan notable y noble el Negrito! ¡Qué
corazón pleno en diferencias pequeñas con el del resto!
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