sábado, septiembre 1

después de después


Hubo un antes y un después en la vida de cada una de las personas que se arrimaron a lo inefable de un presentimiento, como así también frente a lo horroroso de la última palpitación que anticipa esa caída estrepitosa en donde no queda pasamanos que sirva para ir a asir algo de una imagen que se desploma, irreversible, irreparable, irrisoria y hacia ello voy. Es posible que cada letra vaya a encadenarse tímidamente como de reojo puberal, es probable. Para eso, no más que rumiancia y paciencia; también es probable que, lo que vengo decirles amigos míos, haya sucedido, o no.
Por mi parte es lo que intento siempre. Siempre que puedo

Hubo un antes y un después. La misma situación. El mismo entretelón que separaba la magia de una escenografía sin punto que la amarrara a ninguna columna, a ninguna pared. El telón, cubriendo, tras otro telón que a su vez lo cubría a él, que a su vez los dos del aire pendían, o por lo menos eso hacían parecer. La primera de las caídas fue atrás del telón de atrás, negro como el azabache de noche; siendo tal la vergüenza, que la desesperación hizo de fuego subiendo por la planta baja del pie, que no se detuvo sino hasta llegar a la azotea. Pero por qué, porque sí, porque justo ahí en ese momento una de las actrices que salía a escena me sonrió. Claramente, en mi desplome sentí el poder de la ruina.
Por mi parte, esto fue sólo un antes. Antes de volver a caer.

Hubo un después del antes. En ese después, la situación, sus consecuencias, los encuentros carnales, el gusto por lo rico, y el gusto por lo riquísimo que se sucedió en lo inmediato hizo que lo irrisorio del antes se transforme en lo risueño del después. La descripción de la nueva escena es sencilla. Mismos telones, misma actriz, misma caída. La única salvedad es que fue diez veces más ruidosa y evidente mi torpeza, permitiendo una maldita y mágica risotada frente a la caída propia. La reacción, los dos en el piso previo a reírnos como unos locos, y el calor subiendo. Para los dos.
 Que se rieron por primera vez de sí mismos.

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