viernes, marzo 9

correspondencia

Querido viejo lobo de mar adentro,
En estas pocas líneas voy a convidarlo con una especie de especia letrada de primavera. Así como la rama de romero reverbera trémula en la salsa de la olla; y así como el aroma se acelera hasta que se agolpa en la salsera, el lobo vuelve a oler a su presa y la estampa contra la escollera compañera que la aguarda apacible en la costa, una tarde que no es cualquiera. La víctima ensangrentada y moribunda atina a profesar una tormenta de miradas y suspiros hacia su predador, desencantado por la playa que yace yerma a la luz de esa tarde de primavera ¿Sólo hay palabras sin destino cierto? Puede que así sea. Y sin énfasis en continuar detallando, mi querido amigo, viejo lobo de mar adentro, le pido de pie y con ceja e`rascacielo, que nade. Y que nade fuerte. Que mueva esas aletas rasqueteadas y se saque la mufa de encima, porque la mufa; si la mufa, es como pisar un hormiguero y tragarse las hormigas. Y si bien usté poco conoce de las hormigas y sus hogares, bien entiende de mufas guarras, aquellas que le han gritado al oído en medio de la noche. Y también conoce la noche, eterna y sin fatos. Entonces nade, nade profundo, nade bajito, nade convencido, nade olímpicamente. Nade hacia el norte buscándose un sur y cuénteme si solo hay palabras sin destino antes que el destino se vuelva palabra.


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