jueves, marzo 15

margaritas

Iba a ser historia de pispireta loca, de gurisa salida del catre hacia nuevos vientos libertarios. Iba a tenerlo todo: un gran escape, un mejor postor y una ridícula vida alejada de las sobriedades que el destino tenía para ofrecerle y que ella, poco a poco se negaba a creer. Tanto así que uno de esos descreidísimos días, en la intentona para que nadie más interceda en su pasar, cazó el teléfono y chamuyó profundo a su hermanita, con un montón de jugarretas caseras y baratas, como los resfriados de abril. Iba a ser historia de guarra esquina, de un espíritu con tres mil cañonazos encima, ninguna improvisada. Si hasta dejó de ser habitué en el barcito donde siempre, ¡eso debió haberle costado! Ni rastros de sus floreados vestidos, ni esos dos hielos y medio para su ginebra, que alocada pedía, ante los embates de un cantinero moribundo que con voz trémula le decía “piba, el medio hielo te lo voy a hacer cortar a vos..”. Iba a ser todo eso y mucho más.

Ahora, la historia, el destino, la palabra y la cosa, dirán que pudo haber sido todo eso y le pondrán un pero; gigante. Aún así, no estamos aquí para embrutecer al lector con las más despiadadas y desopilantes historias que pudieron haber sido y que no lo fueron jamás. No al menos esta vez. No al menos con la historia de Margarita “la liendre” Suárez, quien tuvo ganas de ser protagonista de su historia de pispireta loca, de gurisa salida del catre hacia nuevos vientos libertarios. Y quien no solo tuvo ganas, sino que un buen día se puso sus sandalias y partió. Y todos en el barrio anonadados se miraban entre sí, esperando esa historia que inexorablemente no tenía que ser, y que no encontró ningún pero en el camino como para no hacerse carne.

Una vez hace ya muchos años, me contaron que había historias de exiliados y exiliados de historias. También está la historia de los que quieren. Esta me la contó la misma Margarita, veintipico de años después, en el mismo barsucho, con una peluca negra y una queja por lo bajo. Se estaba tomando una ginebra. Con dos hielos. Y nada más.

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