martes, julio 3

Alaa! Paquito!

Lo teníamos de frente ¡quién iba a decirlo! Nosotros, él, y el resto de los comensales que ignoraban el triángulo fatal de miradas que entretejían el aire denso de aquel salón maliluminado pero de buenas intenciones, con ansias de jolgorio, y muchas ganas de celebrar el encuentro. Nada de toda esa algarabía pudo sofrenar el ida y vuelta embravecido de ellos tres, que se avistaban midiéndose con respeto, sin violencia, pero en duro gesto, taimado y de pocas emociones confraternas. Tanto que desde el escenario él nos hacía pito catalán ignorando la fulmineta de las miradas que le mandábamos por cobrar hacia el frente. De todas maneras, en lo menos profundo de nuestro sábado sabíamos que él nos veía mirándolo sabiendo que lo veíamos mirándonos. Primer punto: se dejó tomar en esa casi trampa asesina dibujada a lo largo de todo el tiempo y el espacio, aunque nos desconcertó un poquito que siguiera tocando y cantando como si nadie de nosotros anduviera increpándolo a que en un único segundo se despidiera de los más allegados, diera gracias a los presentes y se retirase mutis por el foro hacia los senderos parquizados del más allá. Pero no. Él seguía como si nada. No quedaba nadie más en el recinto. Él cada vez golpeaba más fuerte. Nosotros no perdíamos la vela ni en un mínimo pestañear. Fueron los 7 minutos 20 más transpirados de toda mi vida. La tensión ya era parte de la humedad, la humareda y el afán de él por finalizar su concierto antes que nosotros lo bajemos a chicotazos oftálmicos. Aunque parecía estar disfrutando de lo que estaba pasando. Acá tenemos una batalla pensé. ¿Será catalán? No! Qué va a ser catalán, seguro es andaluz..no escuchás el acento? Y era verdad. Toda la impronta del moro hacía de esas tablas un aguerrido contracompás que le hacía sacar viruta al cajón mientras Carmen Esperanza zapaqueteteaba sin parar un segundo. A nosotros ya se nos hacía casi imposible sostener ese amorodio de puro público expectante, y en el pico máximo de destreza rítmica, la canción finalizó. Primer instante que aprovechamos para mirarnos nosotros, completarnos los vasos con vino, brindar y esperar a que se presentara. Ya le teníamos la trampa preparada, los cañones listos, la artillería cargada, los bombarderos preparados y la maldad. Porque pobre, a fin de cuentas, el tipo está laburando, pero algo no nos conmovía. Aeeeeeeeeiaaaaaaaaiaaaaaaaaaa Oooooeeeeeeeeeiiiiá…y su gitana camisa de volados y color azul de lo más ruidoso. Ooooeeeloooaiiia eeeiiiiiiiieeeeiá. Algo no nos gustaba de aquél andalú, que cantaba su magia sintiendo en la sangre cada estrofa. Algo no nos convencía y se lo hicimos saber durante todo el repertorio. Algo nos pareció que no coincidía con la noche de flamenco en el Rincón andaluz del barrio. Algo nos llamó de entrada a no tolerar injusticias de ningún tipo; y ese mismo algo nos tapó las bocas de un risotón cuando se presentó Paquito, el rumbero de beraza.

1 comentario:

  1. Ala tío! que nunca menteré de los de ustedes, vale hombre, hubieran avisaaaado boloooo!

    ResponderEliminar

No te guardes tus ocurrencias!