miércoles, julio 4

colorcalor

Entre chifletes te encontré vistiendo botas de un color que no existe; vestías lunares y un collar que en su forma traía unos vientos cálidos propios de otras épocas. Era un invierno de esos que no te perdonan, de los que antes de salir te lo hace pensar dos veces y otra vez más y nunca te convence del todo. Igual salí, en tinto gabán combatiendo la crueldad y artimaña del hastío compadrón y torito que hasta por ahí crecía. Aunque no eran más de las dos ya todo se había vuelto una pelota oscura y desinflada. Fue un único segundo que no creí ver lo que veía en ese momento y sólo hasta después supe que ahí hubo el después de un antes. El resto, por más que adorne los hechos, por más lindos y bonitos que los hagan ser un relato, les aseguro que así lo fue. Sólo justifica el hecho de que aquel segundo, hoy fue primero. ¡Y la encontré! Aunque como era de esperar no la estaba esperando, ni a ella ni a nadie más, que a ella. Sólo por curiosear me le acerqué. Pareció que me acerqué, cuando en realidad ella acortaba toda la distancia que separaba el avistamiento. El resto son detalles que no hacen a la historia. O sí. Simplemente se acercó como quien entra de improvisto al almacén del gallego sabiendo que quiere ese salamín bien estacionado listo para cortar y no perdonarle un segundo más de vida por fuera de su paladar…y el resto, son nomás algunos detalles, intimidades, puras luces de una fiesta en primavera. Avanzó sigilosa, y en el escarlata de su andar me encaró, me cachó de los pómulos con una habilidaaad, ya a esa hora endemoniados, desteñidos de pasión. Se acercó más y más y con el calor de su seducción me dijo hernancito, despertate que llegás tarde al colegio!

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