Pasó que pasó, entre paso y paso, una pasión pasada sin paz ni pasado. Pasaron paseando y pispiando peces de colores allá por el paseo poceado y pisado de los pobres pesebres persas que, muy a pesar de los pases pesados, se posaron al pescar las pasiones pasadas, y pasaron nomás.
Pocas cosas de éstas pasaron, pero por lo que pienso yo, lo que pasó no pasó al pasar,
ni mucho menos pasó en vano.
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