jueves, agosto 23

-la tercera-


…Y lo aplastó el arrabal.
Sí, si yo lo conocí al Negrito, con todo su entusiasmo de jilguero melanco; y la alegría de un  gran domador. No había domingo que, a la mañana temprano, no se fuera para la plaza de ahí atrás de los corrales de la avenida Santareta a tocar uno y otro y otro tango por entre los ligustres mal cortados acompañando los soles tibios, doblemente tibios, de los domingos de septiembre, mientras que en su corazón se pasaba revista a todas las emociones y malarias que lo arrastraron a componer. ¡Qué delicia de melodías! Se calzaba el fuelle en el regazo como una servilleta de satén, lo miraba y desafiaba entre dientes…y éste ni enterado, che.. Pero se amancebaba taciturno frente a tamaña presencia, quejándose de lo lindo y sabiendo responder a las bocanadas cortitas y firmes de aire que le entraban al galope. Ojo, tampoco era ningún virtuoso, nunca lo vi firuletear de más. ¡La cantidad de purretes que querían seguirle en tranco! Domingo tras domingo, ahí en la plaza, en cualquiera de todos los canteros que siempre andaban disponibles, no sólo se le iban en guapo, sino que hasta le alcanzaban, y además lo pasaban volando y todo, pero no había uno que sonara mejor. Los mocosos se perdían en sus propias mañas y berretines, y solitos se iban sin que los echara nadie. Hubo uno, el Carusito. Fue el único que más cerca le picó. Lindo contrapunto se había armado aquél domingo 22. La gente aplaudió como nunca, y hasta el Negrito se paró a saludarlo después, cosa que nunca. Y lo felicitó. Con vos firme y engrapada le dijo un afectuoso, pibe, te va a ir bien a vos con esto. A lo que le devolvió una tímida sonrisa de admiración. Para el pibe, su música era la vida… perdón; su vida era la música, y el tango, tangazo, tangarín lo había manyado de siempre y lo llevaba a flor de piel. 
Si no me equivoco hoy ya grande el Carusito se mudó, casado y con tres hijos, ahora es contador.
Son vueltas..qué se le va a hacer.

1 comentario:

No te guardes tus ocurrencias!