Y
como si oír llover. No pasaba inadvertida cada una de las horas empeñadas en aturullarme
el alma aquella víspera de un raro abril que se avecinaba con sus ínfulas de
resguardo, al compás de un bolero solitario de tan olvidado que quedó.
Es
el ir y venir de unos viajes por los recuerdos de una tierra extraña, por un
pasado pluscoimperfecto que hace al nombre de alguien saber quién es sabiendo
dónde estuvo parado y qué momento le tocó.
Abriles
que caen uno tras otro pidiendo permiso para volver al lugar que alguna vez los
vio partir con entusiasmo de juventud desconocida, con alegría de sensación a
nuevo, con padeceres siempre por venir.
Una
vez conocí la gracia de una sonrisa amanecida con las últimas resolanas,
mágicas y certeras, que anunciaban el
letargo de la primavera en abril. A partir de ese entonces, camuflado entre
escondrijos secretos, resurge un poco aquella gracia en los azahares de cada
nueva alegría,
siempre
por venir…
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