Dicen que cuando se encuentran
dos que no se conocen caminando frente a las vías de un tren que no pasa, con
el sol que los acompaña casi flotando mientras charlan y lo miran (pa
cerciorarse que esa caminata no forma parte de un sueño donde se encuentran dos
que no se conocen, todavía) dicen que, al pasar frente a un naranjo, los
azahares se abren y siguen con su perfume al sol, mientras ellos siguen
charlando al costado de las vías de un tren que no pasa. Dicen también que los
vieron mientras reían, mientras charlaban, mientras cantaban, mientras se
conocían esos dos que no se conocen. Cuando los vieron pasaban frente al baldío
de un pedregal donde se tomaron las manos, para segundos después soltárselas.
Y volvérselas a tomar.
Esta historia la cuentan cada febrero cuando amanece los que están despiertos, los que los vieron caminar. También dicen que después se los vio pasar por el muelle que daba al río Luján, y que allí los vieron besarse. Dicen que estas son las historias que uno se imagina de cara al río cada vez que pasa por ahí alguna mañana de sol de febrero.
Y volvérselas a tomar.
Esta historia la cuentan cada febrero cuando amanece los que están despiertos, los que los vieron caminar. También dicen que después se los vio pasar por el muelle que daba al río Luján, y que allí los vieron besarse. Dicen que estas son las historias que uno se imagina de cara al río cada vez que pasa por ahí alguna mañana de sol de febrero.
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